La presencia de mujeres en instituciones ejecutivas y legislativas, así como en órganos directivos de empresas es todavía a día de hoy insuficiente. La igualdad continúa siendo una quimera y ello a pesar de los avances realizados en los últimos años. Las mujeres en puestos de dirección de grandes grupos empresariales no superan el diez por ciento y en cámaras parlamentarias y gobiernos apenas se respeta la paridad, regulada por ley. Afirmaciones que chocan con el hecho de que la mayoría de titulados universitarios sean mujeres.
Los recortes económicos aplicados en sanidad, educación y servicios sociales no ayudan en nada ya que, indirectamente, penalizan la concertación entre trabajo y familia. Y la mala salud del mercado laboral se está cebando, sobre todo, con dos colectivos: los jóvenes y las mujeres. De hecho, según datos del INE, las féminas ganan hasta 5.744 euros menos al año que los hombres por un trabajo de igual valor, ocupan mayoritariamente los puestos más precarios y los contratos de jornadas reducidas, por no hablar del paro femenino que ha crecido en Menorca un 64 por ciento entre febrero de 2007 y febrero de 2013.
En este contexto, se ha detectado un mayor número de voces femeninas dentro de los movimientos ciudadanos que claman por un cambio, por una reformulación de las estructuras sociales, económicas y políticas actuales. La calle es ahora, en un momento de devaluación de la confianza en las instituciones democráticas, el espacio elegido para reclamar esta transición y en ella las mujeres se sienten especialmente cómodas, tal vez por su capacidad organizativa y creadora de redes, tal vez por su sensibilidad y empatía; tal vez porque en ella se puede plantear la posibilidad de empezar desde cero.
La periodista y activista por los derechos humanos Carmen Sarmiento lo tiene claro y así lo explicó en una entrevista publicada ayer por este diario: "Somos las primeras interesadas en el triunfo de la igualdad y de la libertad".
Esta tendencia, palpable en todos los movimientos que surgen y recorren las diferentes ciudades de España y también de otros países europeos, es manifiestamente visible en Menorca. Movimientos ciudadanos como la Plataforma de los Afectados por las Hipotecas (PAH), la Plataforma en Defensa de la Escuela Pública, la Plataforma 'Prou Retallades', el Movimiento 15-M o las entidades de acción y promoción social como Caritas y de cooperación al desarrollo como Entrepobles y el Fons Menorquí de Cooperació, entre otros, cuentan con un elevado porcentaje de mujeres entre sus filas, al margen de que, obviamente, los hombres también desempeñen una labor remarcable en el seno de los mismos.
"Un papel importante"
"Las mujeres somos más conscientes de nuestros derechos, confiamos más en nosotras mismas, estamos despertando y cogiendo fuerza y sabemos que tenemos un papel importante que jugar en estos momentos", comentó al respecto Juana Cardona de la PAH, uno de los movimientos que, de hecho, más se ha dejado oír en las últimas semanas, consiguiendo lo que nadie antes había logrado: la aceptación a trámite por parte del Congresos de los Diputados de una iniciativa legislativa popular para modificar la ley hipotecaria y frenar los desahucios. Es la prueba de que las reivindicaciones de la calle tienen repercusión en los órganos legislativos y también ejecutivos (el Gobierno ha llegado a aprobar dos decretos en menos de un año con motivo de este drama social), es decir, la prueba de que la calle se está reivindicando como espacio político.
Desde la Plataforma en Defensa de la Escuela Pública sostienen que nadie se puede "permitir el lujo de pasar de la política, nos tenemos que movilizar, necesitamos una ciudadanía activa". También aquí la presencia de mujeres es notoria, si bien es lógico teniendo en cuenta que la docencia es una de las profesiones más feminizadas. Sus integrantes están convencidos que "por capacidad de trabajo, por compromiso social y por solidaridad" las mujeres están llamadas a ser decisivas en los tiempos que corren.
A día de hoy tampoco es superior el peso de las mujeres al de los hombres en los puestos de dirección del tercer sector, si bien es donde más se acerca a la paridad. Según un estudio de la Fundación Lealtad, representa el 35 por ciento, muy por encima, eso sí, de la cuota femenina en los puestos de dirección de la empresa privada.
En Menorca, Antònia Florit ocupa la gerencia de Caritas Diocesana. Para ella la "significativa" implicación de las mujeres en los movimientos ciudadanos que reclaman un cambio de modelo se explica por "principios de ética, soberanía y justicia y también por la capacidad para afrontar las adversidades con valentía buscando alternativas para reivindicar los derechos de todos, especialmente de las personas más vulnerables". En Caritas, como en otras entidades de acción social no lucrativas, el número de mujeres "es mucho más elevado" tanto a nivel de voluntariado como en los diferentes proyectos asistenciales, formativos o de sensibilización.
"Larga trayectoria"
"Tanto en lo relativo a la estructura interna como a los proyectos en los que colaboramos, la perspectiva de género es un elemento clave", explica Àngela Pérez sobre el funcionamiento de Entrepobles. Uno de los ejes de trabajo de esta asociación de cooperación al desarrollo es "apoyar a entidades de países del sur que trabajan para hacer efectiva la igualdad y el empoderamiento de la mujer".
Sobre el papel activo que ejercen las mujeres en los movimientos surgidos a raíz de la crisis en España, Pérez puntualiza que no se debe caer en el error de verlo como algo extraordinario y espontáneo. "Puede parecer un estallido, por la magnitud que han alcanzado algunas de estas acciones, pero viene de una larga trayectoria" en la que la tradición feminista "ha jugado un papel importante", indica. "En los movimientos sociales suelen estar presentes pensamientos más vanguardistas que buscan la transformación y en este contexto el ecofeminismo ha influido y mucho", reflexiona.
Enraizada en esta filosofía se encuentra también Maó en Transició, un colectivo que aglutina a personas interesadas en promover una alternativa a la situación social, económica y medioambiental actual a partir de la reducción del consumo energético y la promoción de la economía local sostenible. Judith Aisa admite que también aquí son mayoritarias las voces femeninas. "Puede que sea porque tenemos una mayor sensibilidad social", esgrime. Entre los valores que aduce para reivindicar una mayor participación de la mujer en todos los ámbitos de la vida pública están la capacidad de organización, la creatividad, la empatía y el pragmatismo.