Presentó el Teatre Principal y bajo los auspicios de la asociación Amics de s'Òpera de Maó, la ópera "Madama Butterfly" del maestro de Lucca, Giacomo Puccini que, en la línea que le ha puesto en la primera fila de los favoritos en el mundo de la ópera, presenta una vez más una historia, que el compositor encontró en el drama homónimo de David Belasco, que reproduce una historia de entre otras múltiples sobre oficiales americanos instalados en Japón y que casaban por cierto tiempo con naturales del país. Obviamente en este caso el centro de la narración está en el hecho de que lo que para el oficial es una simple comedia no lo es para la geisha que cree firmemente en el vinculo amoroso que les une.
Se trata de una ópera, aunque en este caso no siga el tópico del tenor que le arrebata el amor de la soprano al barítono, que necesita un trío de cantantes, soprano, tenor y barítono, de muy alto nivel y , ahora sí entramos en características generales demandadas por el compositor, además se les requiere que conozcan bien la dramaturgia y, para el éxito de la velada, que sepan decir – en este caso cantar- el texto; es verdad que a veces los textos de Puccini se alejan mucho de lo que podríamos considerar "poético", y no le costó este hecho pocas discusiones con sus libretistas que se esforzaban por encontrar frases en un lenguaje poético que luego veían transformadas por el compositor a un nivel mucho más popular y seguramente comprensible para el público.
Hui He fue la soprano que encarnó a la desgraciada japonesita; para empezar sorprende el volumen de la su voz pero sorprende más, a medida que avanza la representación, que sabe manejar este volumen con una técnica asombrosa que le permite "apianar" hasta extremos increíbles así como toda clase de matices a fin de dar al personaje toda su dimensión; se habla siempre de las tres etapas psicológicas de Cio-Cio San – nombre completo de nuestra protagonista- es decir desde su entrada en escena, en la que sabemos que tiene quince años, en el segundo acto en que han pasado tres años desde que el oficial Pinkerton la abandonara y la tercera etapa que el compositor marca perfectamente con las palabras "Ah! M'a scordata" (Ah! Me ha olvidado!) en la que tanto la protagonista como el público intuimos un final trágico. Bien, pues, con esta soprano todos estos matices fueron bien evidentes.
De la misma manera el protagonista masculino Benjamin Franklin Pinkerton, en este caso el tenor Jorge de León, tampoco es musicalmente fácil, pese a ser mucho más plano que su compañera; de todas formas también debe ser un tenor con volumen y a la vez capaz de matizar y colorear ciertas frases para que el espectador se sienta imbuido del carácter romántico de la ópera. Ese dúo del primer acto conocido como el dúo de amor de Butterfly creo que sintetiza todas estas características y en la representación que nos ocupa el nivel fue el de los grandes coliseos operísticos. Los dos protagonistas hicieron gala de todos sus conocimientos artísticos puestos al servicio del compositor y haciendo que el público se integre en la historia que no por conocida es menos importante dependiendo de las voces que nos la cuenten o canten, que para el caso es más relevante.
En esta representación se contaba con la presencia de Joan Pons diciendo adiós a los escenarios, por lo menos en representaciones operísticas; se trata de un papel que conoce como suyo y que no tiene secretos para él. Esta es una retirada en plenas facultades cantoras lo cual quiere decir que lo que se escucho el viernes fue esa voz de siempre, viril, oscura pero con una dicción que ha sido marca del cantante por donde ha ido y una capacidad de dramatización de lo que se canta ejemplar y magistral; escuchar como un cantante acentúa las palabras, les da el color oportuno y las lanza al público con la intensidad que requiere en ese momento el desarrollo del drama es un lujo que los aficionados que tuvimos la oportunidad de escuchar en labios de este cantante que se retira no olvidaremos en mucho tiempo.
Si es verdad, y sin duda lo es, que en la ópera no hay papel pequeño sino los cantantes tienen, o deben sentirla en todo caso y en favor del éxito de la velada, la misma responsabilidad tanto en un papel de largo recorrido como si tiene una sola frase, en esta representación debe haber una felicitación general para los papeles secundarios. Rossana Rinaldi perfecta en su papel de Suzuki; Vicenç Esteve Madrid, bien conocido por los aficionados de las Islas, hizo una creación de ese personaje cómico que es el casamentero Goro; Miguel Sola, un lujo en su corta intervención como Il Bonzo; Fernando Latorre haciendo doblete en los papeles de Yamadori y Imperial Comissario; Maria Camps también un lujo para un tan corto papel como el de Kate Pinkerton.
Massimo Gasparon ideó un espacio escénico tradicional, que es el que siempre funciona y, esta vez y dadas las dimensiones del escenario del Teatre Principal, mucho más basado en el movimiento escénico y entradas y salidas de los artistas; aunque no sea original está muy bien resuelto el uso de toda la sala para entradas y salidas.
La Orquestra Simfònica de Balears estuvo muy a la altura de las circunstancias bajo una batuta muy conocedora del género como es la de Fabrizio Maria Carminati. Es verdad que en algunos momentos los tiempos decidios por el director parecieron un tanto más rápidos pero la interpretación no dejó de ser válida en todo momento.
En resumen estamos hablando de una representación de muy alto nivel que, si todavía encuentran localidades, no deberían perderse. A veces tendemos a pensar que la buena ópera está siempre lejos, en otros países, de nuestro alcance cuando en algunas ocasiones, ésta es una de ellas, está aquí cerca, muy cerca.