En la noche del miércoles, el actor, cantante y humorista Millán Salcedo triunfó ante el numeroso público asistente en el Teatre Principal de Maó con un monólogo cargado de humor y ternura que lleva por nombre "De Verden Cuando", una variante enriquecida y más personal de su espectáculo anterior, 'Yo me Subí a un Piano Verde', estrenado en 2008.
Ambos divertimentos humorístico-musical-cantábiles para caricato y piano están interpretados "en clave de sí…mismo", como define el propio artista, y son shows ácratas, divertidos, mordaces, disparatados y entrañables, aunque el del jueves, que pudo disfrutar el respetable del Principal, tiene algo de gran broma terapéutica, de catarsis colectiva entre Millán y unos espectadores que se sienten, durante casi dos horas de fiesta y carcajadas, amigos y cómplices del carismático artista.
PERTINENTE (E IMPERTINENTE) HOMENAJE A LA TELEVISIÓN
Lo que Millán Salcedo ofrece a su público es un pertinente (e impertinente) homenaje a la televisión, a sus padres y a las personas con las que mejor se lo ha pasado en su vida, Fernando Conde y Josema Yuste, con los que formó Martes y Trece a finales de los años 70 y que durante 20 años marcaron una época sonadísima en el humor nacional (especialmente en los tiempos en que Salcedo y Yuste fueron dúo)… Su esperpento humorístico, su caricaturización desmadrada y sus juegos de palabras pertenecen ya al sustrato cultural de varias generaciones de televidentes, unos españoles que llevamos sus chascarrillos a cuestas, en nuestra vida cotidiana, casi sin darnos cuenta…
El manchego de Brazatortas ama la televisión, se nota, esa caja tonta que le sirvió en su día para encauzar esa catarata de creatividad y que ahora reivindica más que nunca, para hacer partícipe a todos los espectadores que asisten a su nuevo espectáculo. Su sano cachondeo con fines terapéuticos se desarrolla casi con un espíritu didáctico y sus lemas 'imaginación al poder' y 'sentido del humor sin censura' presidieron una velada de marcada catarsis ocupacional en tiempos de crisis económica y laboral. Junto a su inseparable Rigodón (Marcos Cruz al piano), Salcedo animó a los presentes a hacer siempre lo que la imaginación les dicte, desde encaramarse a un escenario, como él mismo, hasta subirse a las barbas de sus padres, "aunque éstos sean barbilampiños o simplemente barbies"...