Hace un mes y medio que la última novela del menorquín Diego Prado, «Hospital Cínico», llegó a las librerías. El título lleva poco tiempo en el mercado, pero el suficiente para afirmar, tal y como hace su autor, «la inesperada y cálida acogida» con que ha sido recibido. Son muchos los medios que se han hecho eco de la publicación y las críticas por el momento «son elogiosas», señala Prado, quien mañana, aprovechando la visita navideña a su Isla natal, presentará la novela en Maó, a las 19.30 horas en la Librería Catalana, acompañado para la ocasión por Pedro J. Bosch. La elección del lugar tiene su explicación, la de reivindicar el papel de las librerías en una ciudad en la que poco a poco están desapareciendo, algo que considera preocupante.
«Siempre es una alegría presentar un trabajo en casa y hacerlo rodeado de la familia, amigos y la gente que sigue mi obra», apunta el escritor, quien tenía clavada una espinita por no haber venido años atrás a promocionar su anterior libro de relatos. En «Hospital Cínico», editado por la casa mallorquina Sloper, abandona las historias breves, «que siempre pasan más desapercibidas», reflexiona, para adentrase en una historia que nace de su experiencia como archivero durante unos años en un hospital de Barcelona. La novela transcurre, durante un periodo de 24 horas, en ese entorno mientras su protagonista, sin nombre como es costumbre del autor, toma notas con la mente puesta en convertirse en escritor.
Realidad y ficción
En «Hospital Cínico» se mueven una serie de personajes entre la excentricidad, el patetismo, el desamparo y la ternura, pero siempre en un ambiente en el que se entremezclan la realidad y la ficción. A través de todos ellos, Prado reivindica por encima de todo el derecho a soñar. «La imagen del soñador está mal vista, pero es necesaria», comenta, «especialmente en un mundo como el actual», que define como «excesivamente realista y gris».