La próxima implantación de un nuevo Mercadona en el centro de Maó ha avivado el resquemor del pequeño comercio, que teme no poder sobrevivir a la competencia que se le avecina en plena crisis. «A veces por abrir una gran puerta se cierran muchas pequeñas», avisa Joana Tudurí, expresidenta de los comerciantes del mercado del Claustre. «Una gran superficie genera empleo, pero acarrea la pérdida de puestos de trabajo».
Pero el nuevo consejo de administración de Sa Plaça, que preside Francesc Pacheco, no considera que el segundo Mercadona de Maó sea «una amenaza comercial. Respeto sí, miedo no», dice el colectivo de comerciantes, que apela al carácter «emblemático» del complejo y a la historia, la cultura y la tradición comercial del Claustre para resistir al nuevo escenario.
«Nuestro perfil de cliente y de negocio -dice el consejo- es muy diferente al de la venta fría de Mercadona. Nuestros clientes aprecian mucho las sugerencias de los vendedores y los productos de más valor añadido, aunque eso les suponga pagar un poco más para llenar la cesta de la compra».
Pero, admite el Claustre -aliado de Binipreu-, el nuevo supermercado «puede suponer un antes y un después para los mahoneses, los no residentes y los comerciantes de la zona, porque allí donde se instala un Mercadona el efecto arrastre y de dinamización comercial es sorprendente», vaticina. «Seguramente se van a beneficiar más el Ocimax y los comercios del centro que sean capaces de competir por alta calidad y buen precio».
El presidente de ASCOME, Vicente Cajuso, también entiende que la proliferación de grandes superficies «enriquece a unos pocos y empobrece a la mayoría» pero la patronal aboga por «buscar el valor añadido del pequeño comercio. El sol sale para todos y no podemos pedir que se prohíban las grandes superficies».