La lucha contra el cáncer en su propio hogar, en su familia, de alguna manera le marcó. Pau Rotger se siente ahora feliz de poder ayudar desde su trabajo, «aportar mi grano de arena», en la batalla diaria que libran cientos de personas contra esta enfermedad. Lo hace en uno de los hospitales punteros en el mundo en el diagnóstico y tratamiento del cáncer, The Royal Marsden NHS Foundation Trust, en Sutton.
La capital británica es el hogar de este joven de Alaior desde 2011. Londres, con su cara y su cruz, cosmopolita y activa culturalmente donde las haya, cara para vivir, pero al final, afirma, «una ciudad de oportunidades».
¿Qué le llevó hasta Londres?
— Cala en Porter fue la puerta de lo que hoy es mi presente. Después de estudiar en Barcelona regresé a Menorca y trabajé en la farmacia de la urbanización. Allí traté a muchos ingleses residentes y visitantes, pero no fue hasta el ofrecimiento de una vecina muy peculiar, June Davis, que mi interés por el idioma creció.
¿Cuál fue esa oferta?
— Se ofreció a darme clases de inglés a cambio de una tarde juntos en la que yo le ayudaba en tareas logísticas, ya que ella es octogenaria y casi no ve. Al mismo tiempo aprendía el idioma pasando una tarde de charla y risas. Fue en ese momento cuando me propuse un cambio de rumbo y viajar a Londres.
Aunque yo soy una persona que no da un paso si no tiene el segundo preparado, así que tuve que pasar unas vacaciones para ver si realmente me gustaría vivir allí.
¿Y le gusta?
— No puedo quejarme de lo que he conseguido. Llegué y al tercer día ya trabajaba de camarero, gracias a otro menorquí al món Pau Sans, también de Alaior, que me ofreció el empleo y pude tener así un apoyo y un comienzo digno en Costa Coffee. Tardé unos dos años en convalidar mi titulación y poder trabajar en una farmacia, hasta que tuve la oportunidad de entrar en la NHS (la Seguridad Social aquí) y en el hospital donde ahora ejerzo mi profesión. Un centro especializado en pacientes de cáncer.
¿Cuál es su cometido?
— Mi trabajo consiste en asegurarme de que los pacientes tengan la correcta medicación en el momento que vienen a ponerse la quimioterapia. Es un trabajo apasionante y de enorme gratificación, ya que los pacientes te agradecen la hospitalidad y la cortesía en un momento tan duro como el que están pasando. He pasado muchos años de tener el cáncer en mi casa y ahora, por fin, puedo ayudar en algo y por poco que sea, me hace feliz.
¿Se ve la vida de diferente manera desde su posición?
— Pues sí, creo que en esta vida nos centramos en tantas pequeñas tonterías que nos hacen parar, y no nos dejan catar el verdadero gusto de la felicidad..., y más aún cuando mi trabajo es tratar con pacientes con cáncer, esta enfermedad que tantas vidas se cobra. Por eso aunque parezca utópico mi sueño es la felicidad, me muevo por la felicidad personal y eso quiere decir que cuando deje de sentirla quizás me mueva a otra ciudad, otro país o quizás vuelva a casa, nunca se sabe. Igual pasó con mi etapa de militancia en el Partido Popular.
Usted fue presidente de Nuevas Generaciones del PP en Alaior y hace cinco años anunció que no repetiría ¿Qué sucedió?
— Hubo un cambio de prioridades. Fue allí cuando empecé a pensar en la oportunidad de dar el salto a donde estoy ahora. Digamos que a mí también me afectó lo que la mayoría de ciudadanos piensa, que la política ha cambiado y ha dejado de estar cerca de la gente. Ahora, después de 15 años de trabajo desinteresado por el partido, he dado un paso atrás con mi renuncia al acta de militante. Creo en las personas y en el consenso social, y pienso que hay muchas cosas que cambiar, como la limitación de años en el poder, elegir un puesto u otro y no dos a la vez, y por supuesto las listas abiertas. ¿Por qué no votar al número 4 o 5 de una lista y al 3 y 6 de la otra, y no a una lista cerrada en la que quizás la mayoría no te gusta?
Me apasiona el debate político, eso es evidente, y no descarto volver a aportar mi grano de arena en un futuro, pero no está actualmente en mi lista de prioridades.
Pero en el PP se deja parte de su historia personal...
— Cierto, en el PP empecé cuando tenía 15 años hasta los 30. Siempre trabajando por y para el partido, ya que nunca fui cargo público ni tuve sueldo alguno, aportando lo que podía para mejorar el futuro de Alaior y Menorca. Si en los últimos años seguí como militante fue porque creo que Menorca tiene buenos alcaldes -y amigos-, y buenos equipos de concejales, pero no ha ayudado la política a nivel autonómico o estatal. Creo en el reformismo, en el consenso y en el centro -ideológicamente hablando-, no en las imposiciones.
¿Y cómo ve el debate político en el Reino Unido?
— Es más transparente, más responsable y más ideológico, aunque todo tiene sus luces y sus sombras. El sistema democrático está bien asentado y es fuerte, aunque está muy centralizado.
Pero han permitido que Escocia vote sobre su independencia...
— Sí, aquí si hay que votar en un referéndum como el de Escocia se da la oportunidad, y no hay nada malo, en eso consiste la democracia. Pero por todo lo leído, he de comentar un detalle: si Escocia tuvo la oportunidad de votar es porque se sabría que saldría el 'no', algo diferente de lo que puede pasar en Catalunya. Además, el partido conservador fue inteligente, ya que si se hubiera dado el caso de que ganara el 'sí' la Cámara de los Lores habría perdido la Andalucía del Reino Unido y el partido conservador se hubiera perpetuado en el poder por el resto de los días; lo digo porque Escocia es la mina de votos del laborismo (el centro izquierda británico).
¿Qué más diferencias nota?
— Aquí el partido conservador de David Cameron aprobó el matrimonio homosexual y desde hace unos meses los homosexuales pueden casarse con todos los derechos legales. Igual pasa con la Iglesia de Inglaterra, que desde hace poco las mujeres ya pueden optar a ser obispos y también ha dicho que no tendrán problema en casar a homosexuales. ¡Lo mismo que en España, vamos! Aunque no soy amante de las comparaciones. En todos los estados hay cosas buenas y otras que hay que mejorar.
¿Qué es lo que más le ha sorprendido de Londres hasta hoy?
— La confluencia de razas y lenguas que existe. Aquí todo el mundo se respeta hasta que alguien abre la boca, luego, cuidado, porque no se sabe hasta dónde se puede llegar. Y sobre mi titulación, por ejemplo los técnicos de farmacia tienen que estar registrados, como los farmacéuticos, en un colegio profesional, algo que no sucede en España. Aquí tenemos un órgano que nos defiende y nos ampara legalmente ante cualquier situación de riesgo. En resumen, creo que el Reino Unido sigue siendo un país de oportunidades.
¿Cree que allí es mejor la sanidad pública?
— España no tiene nada qué envidiar, aquí hay gente que teme acudir a la sanidad pública, y de pública tiene poco, está todo muy privatizado. Y eso que mi hospital es puntero en investigación con pacientes, pero creo que aunque siempre nos quejemos, el sistema español de sanidad es muy bueno.
¿Le gustaría volver?
— Nunca descarto volver, soy menorquín. De hecho, intento ir cada tres o cuatro meses, además de mi parada oblgiatoria en Sant Llorenç. Quién sabe si, en un futuro, tuviese la oportunidad de poner mi grano de arena en el área de oncología del Hospital Mateu Orfila..., sería para pensárselo con calma.