Angel Herráiz se define como el típico chico que quería estudiar Bellas Artes pero sus padres le convencieron para que hiciera algo «de provecho» y acabó cursando Económicas. «No sé ni cómo la terminé», bromea este reconocido publicista de Barcelona tomando un café frente al mar, en S'Algar. Herráiz es uno de los 20 emprendedores seleccionados que desde ayer participar en la primera edición de Menorca Millennials, un proyecto que reúne durante veinte días a algunas de las mejores startups tecnológicas con empresarios e inversores internacionales.
«Siempre he sido un poco kamikaze, soy un idealista», admite Herráiz al recordar que poco después de terminar la carrera aceptó la oferta de una amiga para trabajar en un estudio de publicidad en Barcelona. «A mí lo que me gustaba era dibujar», comenta. Publicista autodidacta, pasó por el diseño gráfico, el departamento de arte y la dirección de cuentas en diversas agencias, hasta que a finales de los 90 llegó internet e intuyó que el futuro de la publicidad iba por ese camino.
«En la agencia no me hicieron mucho caso con lo de internet, así que decidí ponerme por mi cuenta», añade. Al cabo de pocos meses nacía la agencia Herráiz&Soto, co-fundada con un excolega de trabajo, el creativo Rafa Soto. Durante diez años lograron hacerse un nombre en el mundo de la publicidad digital, hasta que llegó la crisis y se dio cuenta de que necesitaba otro cambio.
Reinventarse
«Es una crisis de sistema: la diferenciación de marcas es cada vez más difícil, muchas se empeñan en vender humo y como creativo me costaba creer en el producto. Las empresas no dejan de lanzar novedades y la sociedad no puede consumir a tanta velocidad. Empecé a no encontrarle sentido a mi trabajo, así que decidí pasarme al otro lado, al de la sociedad», explica el emprendedor.
En el año 2007, Herráiz abandonó la publicidad para abrir Utani Lab, un laboratorio que pretende innovar en la sociedad a partir de herramientas digitales que despierten experiencias y emociones. Implicado en la educación de sus hijos, dedicó los primeros años a desarrollar dispositivos enfocados principalmente al sector pedagógico, como la Mesosfera, una mesa multitáctil donde niños y profesores pueden «cocinar conocimiento» y aprender jugando y creando, o Ánimo, una herramienta pedagógico-terapéutica para crear animaciones.
Los prototipos despertaron el interés en diversas escuelas y hospitales infantiles, pero, según afirma, «el mercado español no está preparado para invertir e innovar en serio en este sector». Así que en 2012, Ángel Herráiz cogió las maletas y se plantó en San Francisco para intentar abrirse mercado allí. Casi lo consiguió. Sus proyectos pedagógicos despertaron el interés de un consorcio público-privado llamado Kids Creativity Network, que trabajaba en revitalizar la ciudad de Pittsburg, la antigua ciudad del acero en la costa este de Estados Unidos. «No querían ser otra Detroit», recuerda Herráiz, que logró levantar 100.000 euros de capital del consorcio. Cuando ya estaba dispuesto a mudarse para testar los dispositivos en diferentes escuelas de la ciudad, el proyecto se detuvo por las dificultades a la hora de lograr el visado de trabajo en Estados Unidos.
«Fue muy duro. Sobre todo porque había dejado atrás la familia y había llegado igual que muchos otros, como un startapero de patera», explica. Sin un duro en el bolsillo, se vio forzado a regresar a Barcelona y volver al sector de la publicidad. Sin embargo, «sabía que era un año de impass», recuerda el emprendedor, que no dejó de lado sus proyectos.
Hoy Utani Lab vuelve a estar al pie de cañón con PlayBar, una aplicación para tablet pensada para aprender matemáticas jugando, lo que se conoce como gamification. «La intención es que niños, padres y profesores practiquen y pongan en juego, en clase o en casa, cualquier concepto pedagógico, ya sean mates o ciencias o lengua», dice Herráiz. La app va dirigida principalmente a padres, aunque los profesores son los principales prescriptores.
Uno de los objetivos de este proyecto en Menorca Millennials es levantar capital para este nuevo proyecto. A parte, aprovechará la estancia en la Isla para hacer contactos y aprender de un gran equipo humano. «Estos paréntesis de convivencia humana fuera del despacho son básicos», concluye.