Como casi todo menorquín que quiere estudiar en la universidad, relata Miguel Álava Alcaide (Ciutadella, 1991), él también tuvo que salir fuera de la Isla. Ese fue el primer paso de una nueva etapa fuera de casa, que le ha llevado a vivir en Estados Unidos y ahora en Noruega, y todo con la intención de «abrirme al mundo y probar experiencias en otros países», confiesa. Eso y aprender inglés, una herramienta necesaria para dedicarse al objetivo laboral que persigue, el de combatir el crimen internacional organizado.
De Menorca a Noruega pasando por Estados Unidos. ¿Siempre tuvo claro que quería ampliar su radio de acción?
— Desde pequeño he sido un chico muy curioso e inquieto; fue por curiosidad que pensé en salir del país aprovechando dos programas de intercambio universitario, uno a nivel internacional y otro europeo. Quería perfeccionar mi inglés y experimentar cómo sería un verano fuera de la Isla. Era mi último año como universitario y como ello era requisito esencial para ambos, pensé que era ese momento o nunca, así que me aventuré. Empecé a planearlo a principios de 2014 hasta que me dieron el visto bueno tanto la universidad como mi familia y despegué en junio del mismo año. Acabé en octubre mi aventura por Estados Unidos, en Wildwood (Nueva Jersey) y días después empecé la de Noruega, tras parar en casa cinco días para cambiar la ropa de verano por la de invierno. Más que ampliar mi radio de acción quería saber qué pasa más allá de mi zona de confort.
Aunque actualmente vive en Noruega, su primera incursión en el extranjero fue en Estados Unidos durante un verano, gracias a un programa denominado Work & Travel. ¿En qué consistió la experiencia?
— Es un programa de intercambio universitario a nivel internacional promocionado por el Council on International Educational Exchange(CIEE), una organización que promueve la educación y movilidad de estudiantes entre los diferentes países. Básicamente brinda la oportunidad de trabajar en una empresa estadounidense durante los meses de verano con estudiantes de todo el mundo con el propósito de intercambiar ideas, puntos de vista y culturas. Se organizan actividades sociales, fiestas y viajes; sin duda te abre los ojos al mundo y mejoras el inglés porque no te queda otra. Elegí Estados Unidos porque me parece un país muy interesante y puntero en muchos aspectos, deberíamos aprender de la cultura del trabajo y esfuerzo del país norteamericano.
Después de esta etapa americana, ¿tuvo claro que quería seguir experimentando en otros países? ¿Por qué Noruega?
— Sin duda, cuando empiezas no quieres parar. Quería probar un clima totalmente distinto al que estamos acostumbrados en Menorca y pensé que los países escandinavos eran una buena opción. Me dieron la posibilidad de irme a Noruega y no lo dudé, estamos acostumbrados a ver los países del norte de Europa como un ejemplo a seguir en muchos aspecto y eso alimentó aún más mi curiosidad. He de confesar que mi pasión por el snowboard ayudó a que mi decisión fuera aún más fácil.
En ambos casos, su condición de universitario fue clave para poder acceder a estos programas de intercambio. ¿Cómo se planteó la carrera fuera de su universidad? ¿El idioma supuso un inconveniente?
— Con mucha ilusión y optimismo. Sabía que las primeras semanas no serían fáciles, pero ahí estaba la gracia, era un reto interesante para mí. Te encuentras con más gente en la misma situación que tú, así que empatizas rápido con los demás y buscas formas de cooperación, hay un capital social enorme y la gente está abierta a ayudarte. El idioma más que un inconveniente fue una motivación para sacar lo mejor de uno mismo y aprender conforme pasan los días. Es un proceso de aprendizaje continuo en todos los aspectos.
Esta experiencia Erasmus le ha servido, entre otras cosas, para acceder a un contrato de trabajo durante este verano como guía turístico. ¿Cómo le surgió esta oportunidad?
— Había pensado en buscar un trabajo durante el verano porque he conocido algunos españoles que una vez acabado el Erasmus lo habían hecho y tenían buenos sueldos. Encontré por internet que una empresa de Suecia dedicada al turismo internacional ampliaba su mercado en Noruega y probé suerte. El proceso de selección consistía en una fase teórica y otra práctica que duró aproximadamente diez días; de 1.200 aspirantes seleccionaron alrededor de 300 y tuve la suerte de estar entre uno de ellos.
Hay mucha actividad turística en la zona, debido a que es puerta de entrada para los cruceros por los famosos fiordos noruegos, ¿no es así?
— Efectivamente, Bergen es la ciudad con más turismo del país nórdico y a su vez considerada la entrada y capital mundial de los fiordos debido a su localización entre el segundo y tercer fiordo más grandes del mundo, únicamente superados por uno en Groenlandia. Es un paraje natural increíble al que se puede acceder relativamente fácil, y sin duda una parada obligatoria para todos aquellos amantes de la naturaleza. A pesar de compartir con Menorca elementos como el mar y los espacios naturales vírgenes, el impacto visual es totalmente diferente.
Con todo, como graduado en Criminología, sus aspiraciones laborales son bien diferentes...
— Sin duda, pero decidí quedarme por un tiempo porque los trabajos de temporada aquí están muy bien pagados en comparación con los de España. Pensé que era una buena oportunidad para ahorrar algo de dinero para posteriormente seguir mi formación fuera de la universidad. Por una parte me apetecía volver a Menorca para estar en casa y con mis amigos, pero he considerado oportuno aprovechar este momento aquí.
¿Qué fue lo que le llevó a estudiar Criminología? ¿Siempre quiso dedicarse a la lucha contra el crimen organizado? ¿En qué aspectos concretos le gustaría centrarse?
— No le sabría decir un motivo en concreto, ha sido un conjunto de factores. Seguramente la influencia de mi familia ha jugado un rol importantísimo, desde pequeño tenía claro que mi futuro estaría relacionado con la lucha del crimen organizado. Fueron los atentados del 11-M en Madrid los que reforzaron mi idea de luchar contra el terrorismo, desde entonces las decisiones importantes en mi vida han estado enfocadas a ello y no voy a rendirme hasta conseguirlo. En casa no les hace mucha gracia, pero respetan mi decisión. Mi sueño es combatir grupos criminales organizados, especialmente los dedicados a drogas y terrorismo. Hoy las mafias trabajan a nivel internacional, por eso quería perfeccionar mi inglés. La colaboración entre países es fundamental para acabar con estos grupos.
Noruega, y los países nórdicos en general, son la cuna de un buen número de autores de novela policíaca que han copado los puestos de los libros más vendidos en la última década. ¿Por qué cree que interesa tanto el género policial en ese país? ¿Le animó esto a terminar allí sus estudios de Criminología?
— Son países con los índices de criminalidad más bajos del planeta, casi no se ve policía en las calles y uno se da cuenta la importancia de la educación social en cuanto a prevención del delito se refiere. Los noruegos son muy educados y respetuosos con la ley, creen profundamente que hacer el bien común afecta al bien individual. Por eso creo que la novela policíaca tiene tanto éxito, no están acostumbrados a ver noticias relacionadas con el crimen y es resultará atractivo, digo yo. No fue precisamente eso lo que me animó a acabar mis estudios aquí, me movían otras motivaciones, pero la verdad es que me ha sorprendido el nivel educativo e universitario escandinavo.
¿Cómo es su vida en un lugar tan diferente de su Isla natal? Tengo entendido que Bergen es una de las ciudades más lluviosas de Europa...
— Correcto. Bergen es una de las ciudades más lluviosa de Europa, aproximadamente llueve 300 días al año, y se debe a su localización entre siete montañas que propicia un microclima lluvioso y muy húmedo. Al principio es duro, más si uno viene de Menorca donde es totalmente lo contrario, pero con el tiempo te adaptas. Pagaría por días de sol…
El deporte es una de sus pasiones, especialmente el snowboard. Supongo que no habrá lugar mejor para practicarlo que Noruega.
— Es increíble, yo nunca había visto tanta nieve en mi vida. Cada año teníamos por costumbre organizar viajes a Andorra con mis compañeros de la universidad pero esto no tiene nada que ver. Este año se han registrado zonas con 16 metros en algunas estaciones de esquí; en Noruega puedes esquiar los doce meses del año con nieve fresca. Mientras los menorquines se vayan a la playa en agosto, yo me iré a practicar snowboard. Sin duda será una experiencia única y bonita para recordar.
Eso sí, este año tendrá que renunciar a disfrutar del verano menorquín. ¿Le pesa la distancia?
— Este va a ser mi segundo año consecutivo sin pisar la Isla y siempre es difícil renunciar a la mejor época del año en nuestro pequeño paraíso. Me encanta alardear del sitio de donde procedo y la verdad es que la gente se queda alucinada de lo bonito que es. Tengo solicitudes de todas las partes del mundo para pasar unos días en Menorca y yo encantado de recibirles, la verdad. También ha sido el segundo año consecutivo sin Sant Joan y eso me da mucha pena, son días muy especiales para la gente que vivimos en Ciutadella, pero como le digo a mi madre siempre habrá tiempo para volver al nido. Desde fuera uno se da cuenta de lo privilegiados que somos quienes residimos en la Isla…