Pese a que su familia ya estaba instalada en la Isla desde muchos años antes de que él naciera, Vincent, como todo sus hermanos, vinieron al mundo en Escocia. Sin embargo, la mayor parte de su trayectoria la ha desarrollado en la Isla, un lugar donde confiesa que siempre se han sentido muy bien acogidos. Como él mismo reconoce, la suya ha sido una historia de idas y venidas. Empezamos por el principio.
Llegó siendo un bebé a Menorca. ¿Cuáles son sus primeros recuerdos de infancia?
— Me acuerdo de algunas cosas de Menorca, pero también de Escocia; la cabeza se me ha ido llenando de recuerdos. Básicamente se me vienen muchas imágenes de Es Migjorn, donde nos hemos criado todos los hermanos. También recuerdo que cuando viajaba al país donde nací lo encontraba todo muy diferente. Pero mis memorias de niño se resumen de alguna forma con la imagen de mucha gente en casa, las fiestas del pueblo... Menorca tiene un entorno mucho más abierto. Andas, estás afuera, entre gente. Sin embargo, mis recuerdos de Escocia son de estar dentro de una casa, un barrio diferente...
Un ambiente totalmente opuesto, aunque con unos paisajes impresionantes.
— Sí, en eso tuve suerte. Mucha gente vivía dentro de la ciudad, como yo, en Glasgow, una ciudad industrial; muchos de mis amigos no habían salido de allí nunca, y ya ni te digo de Escocia. Pero tuve la suerte de que mi abuela vivía fuera de la ciudad y a mi padre le gustaba pescar y viajar mucho, por eso siempre aprovechábamos los fines de semana para ir a la montaña.
¿Qué trae a la familia Russell a Menorca?
— Mis padres son artistas y tenían amigos de profesión que habían visitado Menorca en la década de los 50; Callun Sinclair se llamaba uno de ellos. Sé que le contó muchas cosas y que decidieron instalarse aquí. Al principio fueron a Fornells y pasaban temporadas, hasta que al final compraron una casa en Es Migjorn Gran que se convirtió en una galería donde se ha criado toda la familia.
Una familia bien conocida en la Isla y muy integrada en la sociedad menorquina...
— Siempre nos hemos sentido muy bien acogidos. Creo que hay algo que influye mucho, y es que cuando viene una familia con niños hace que se integre mucho más. Yo tuve suerte porque mis hermanos ya conocían mucha gente, y nosotros vivíamos en una casa muy abierta, en la que compartíamos mucho.
¿En su caso el menorquín es su lengua materna...?
— Podría decir que sí (risas).
¿De dónde se siente?
— Soy escocés de Es Migjorn Gran, y vivo en Maó (risas). Londres y Glasgow son otros sitios donde he vivido...
¿Y su nacionalidad?
— Británica.
Su vida es una historia de idas y venidas...
— Sí. Mis padres se divorciaron cuando yo era un niño, tenía cinco años. Me fui con mi padre a vivir a Escocia con dos de mis hermanos. Estuvimos unos diez años y a los 15 regresé a la Isla, y estudié formación profesional. Eran los ochenta, y un extranjero en aquella época llamaba la atención, querían saber quién eras, no tenías que hacer nada para destacar. Eran unos años en los que me gustaba mucho la música alternativa, lo punkie. Estudiar en ese sitio me vino muy bien porque conocí a mucha gente, venían de todos los pueblos. Los 80 fueron una época muy buena. Las libertades que teníamos aquí eran chocantes, no para ellos, pero sí para mí, porque venía de un sitio donde por ejemplo a los 15 años no tenías una moto... No había rayas pintadas en la carretera del pueblo ni sitios que te indicaran dónde aparcar...
¿Era un sitio más libre, está diciendo?
— Yo diría anárquico (risas). No es que fuera ni mejor ni peor, simplemente diferente. Hoy en día las cosas son mucho más similares en cualquier sitio, pero entonces sí había cosas que chocaban. Diría que a los 15 años es cuando Menorca más me influyó. Es una época en la que empiezas a tener tu independencia y comienzas a tomar tus propias decisiones. Sin embargo, después de unos años me di cuenta de que aquí tenía más limitaciones de las que pensaba para formarme en el tema artístico y por eso me fui a Londres.
Y estudió en el Chelsea College of Arts...
— Sí, al principio era un novato. Aunque era escocés venía de Menorca. Durante mi primer año en Londres retomé mi educación británica. El segundo año me matriculé en la universidad, y fue una experiencia fabulosa; en realidad Londres fue una experiencia fabulosa en sí misma. Monté una empresa, aprendí a hacer muchas cosas, investigué...
¿Se dedicó al mundo de los negocios?
— Más que nada me dediqué a aprender. En aquella época se estaban dando ayudas a gente emprendedora, y monté un pequeño negocio de actividades, que también incluía compra y venta de cosas. Compraba artículos en Londres y los vendía aquí, chaquetas de piel, botas Dr. Martens... cosas más relacionadas con la moda. Algo muy casero, era un modo de sobrevivir.
Vivir en aquella época en Londres tuvo que ser muy interesante para un artista...
— Bueno... cuando tienes esos años no eres un artista, eres un palurdo (risas) buscándote la vida. Allí no pintaba cuadros, allí hice de todo: desde modelo a DJ, trabajé en un bar-cafetería de danza... Lo bueno de Londres es que hay mucho trabajo y aprendes, puedes probar cosas; es un sitio perfecto para aprender, y no solo en lo que se refiere a cosas relacionadas con lo que estudias.
En un momento dado decidió que era el momento de regresar a Menorca. ¿Cuándo fue?
— Cuando me agobió Londres (risas). Allí era muy complicado tener un taller y una vivienda porque todo resultaba muy caro. Fue un momento en el que ya no quería aprender tanto y sí trabajar más. Organicé conciertos, pinté, diseñé, pintaba chaquetas de piel con aerógrafo... Me di cuenta de que Londres estaba muy bien, pero yo no quería vivir en ese entorno. Así que decidí volver a Menorca y alquilé una nave en Maó. Creo recordar que era principios de los 90.
Pintura, escultura, música.... Toca muchos campos artísticos.
—Sí, estuve en el grupo Noctiluca. Cantábamos en inglés con música nuestra, no seguimos activos. No éramos un grupo de actuar en hoteles... éramos más punkies que otra cosa, nada pachanguero.
¿Cuál es su principal actividad artística actualmente?
— (...) Hasta hace poco he estado muy ocupado cuidando de mi padre. He hecho algunos trabajos esporádicos. Hace unos diez años monté un negocio y saqué un producto que se llamó DVD Postal. Lo patentamos, pero al final no cuajó entre los socios. Sin embargo la experiencia de filmarlo y editarlo fue fantástico, que es lo que a mí me gusta, disfrutar con el trabajo y el proceso. Después se convirtió en un producto más. En aquella época éramos novatos, hubo cosas que no hicimos bien.
Otro de sus proyectos fue «Travellers del mon»... ¿Define un poco su filosofía de vida?
— Sí, lo compartí con Marc Rosanas; hacíamos esculturas. Él es un artista de fuera que disfruta de la Isla y de trabajar con sus materiales. Nosotros veníamos de otras partes; Menorca se influye mucho por la gente que llega de otros sitios, y eso nos enriquece artísticamente. Solo fue una forma de titular algo, porque nosotros viajamos a través del disfrute del arte y de probar diferentes cosas. En la ciudad trabajas, trabajas y trabajas... Aquí también lo puedes hacer, pero hay un escape más a mano...
¿Es ésa la gran ventaja de vivir aquí?
— Una de ellas. Otra es poder disfrutar de un buen espacio de trabajo. Soy un amante del espacio, prefiero tener espacio que no comprarme otras cosas. En Londres eso me hubiera costado mucho dinero.
¿En qué momento de su carrera artística se encuentra ahora?
— En uno muy personal. Más vinculado a encontrarme a mí mismo ahora. Durante los años que he cuidado de mi padre he estado muy desconectado. Cuando pierdes a alguien cercano te hace pensar muchas cosas. Tengo proyectos y muchas ganas de hacer cosas de cara al futuro, pero ahora lo importante es ordenar mi entorno, disfrutar del tiempo con mi novia. Hacer las cosas poco a poco
¿Le resulta inspiradora la Isla?
— (…) Sí... Inspiración es una palabra... vaga. Me puede inspirar el olor del aire al levantarme... Pero qué te inspira a hacer, no es algo muy específico. Lo que ocurre es que aquí tengo una comodidad y un modo de vida que me hace feliz, y eso sí que me inspira. Hay cosas de aquí que no me gustan, pero acepto muy bien cómo son. Menorca tiene muchas cosas para que podamos vivir bien entre todos, cuando en otros sitios ni conoces a tus vecinos.
Dice que hay cosas que no le gustan, como por ejemplo...
— La estacionalidad que produce el turismo; la sensación de falta de continuidad. Siempre he dicho que la juventud de Menorca necesita salir para estudiar en la universidad, formarse para que cuando regresen repercuta en la sociedad de aquí. Menorca ha tenido mucho desgaste de verano y olvido de invierno; necesitamos trabajar en la comprensión de vivir todo el año con un desarrollo, avanzando. Como organizador, creo mucho en un concepto de la cultura viva, y no vale solo estar recordando el pasado.