El principal valor de la opción de levantar la nueva sede del Conservatorio en la Sala Augusta de Maó era la mayor celeridad de los trámites y la voluntad política de llevarlo a cabo de inmediato, con un proyecto que iba a ser redactado y licitado este año. La comunidad educativa del centro se acogía a esta esperanza para acatar esta propuesta del Ayuntamiento de Maó y el Govern, pero una vez esta celeridad se ha esfumado al afirmar el conseller de Educación, Martí March, que el compromiso actual es solo redactar el proyecto dentro de la legislatura, las dudas sobre esta opción aparecen con fuerza, en sintonía con lo que ya argumentó la semana pasada su director, Pedro Munuera.
«Nos han vendido». Así lo resume Miquel Menorca, representante de las familias en el Consejo Escolar. «Nos dijeron que se haría ya, y por eso constituimos una comisión para establecer los mínimos que debería tener». «Nos es igual un lugar u otro, queremos que se haga bien, no que esté limitado desde un primer momento», afirma Daniel Pons, miembro de la directiva de la Apima. Coincide con Miquel Menorca en que la limitación de espacio en la Sala Augusta provocará que se quede pequeño en unos pocos años, «allí no habrá opción de ampliar, y esto nos preocupa». Para Pons, «es demasiado justo, y no nos tenemos que quedar limitados de entrada», ya que se teme un efecto llamada con la nueva sede y la danza nunca se ha implantado.
La postura de la Apima es que quieren una sede adecuada, sin más. No obstante, Pons advierte de los problemas de verticalidad que representa Sala Augusta, así como los difíciles accesos para gente de fuera de Maó. Menorca añade que una insonorización deficiente pueda generar problemas de convivencia vecinal. «Nos condicionan la nueva sede a Sala Augusta, cuando no sabemos si técnicamente se puede hacer. Nadie nos ha garantizado que quepan los mínimos que pedimos», lamenta.
Para Josep Mir, otro directivo de la Apima, no hacen falta grandes ostentaciones, como en Eivissa, sino espacio suficiente para los ensayos de orquestra, para lo que se podrían crear sinergias con los de la banda de Maó, por ejemplo. «Vamos rodando de un lugar a otro, pero sin avanzar nada», afirma Daniel Pons, con memoria histórica. La sede de Maó del Conservatorio cuenta con 742 metros cuadrados, de los que 360 son para 14 aulas distribuidas en dos plantas y 293 metros cuadrados para zonas de paso y pasillos, en los que también se ha ensayado alguna vez. La comunidad educativa del centro reclama un mínimo de 1.733 metros cuadrados, para 34 aulas y un auditorio de unas 400 plazas. El anteproyecto que se realizó a comienzos de esta década se situaba muy por debajo de estas cifras.
Ideas alternativas no faltan: el edificio de la Seat, el solar de Sínia Costabella que propuso el PP, el viejo cine Alcázar, en la zona de los institutos de Bintalfa, el Verge del Toro, los cuarteles de la Explanada, el Hospital Militar...