El rebaño de cabras más famoso de la Isla está cogiendo confianza y ya no se limita a pastar a sus anchas por las rocas del frente marítimo de la urbanización de S'Algar, sino que se adentra en jardines y fincas privadas en busca de alimento. Incluso llegan a recurrir a las piscinas de los chalés de primera línea del núcleo turístico de Sant Lluís para abrevar.
Según explicaban ayer algunos vecinos de la zona, a la espera de que el Ayuntamiento se decida por una de las seis propuestas que ha recibido para hacerse cargo de estos mamíferos, los animales viven una confortable rutina en ese rincón de la Isla. Por las mañana pacen y dormitan en el agreste suelo cercano al acantilado, pero por la tarde, cuando el sol deja de calentar, y antes de desplazarse hacia la zona de Cala Rafalet para pasar la noche, se detienen a visitar algunas de las propiedades de la zona.
La 'familia' crece
Resulta fácil para las cabras saltar muretes, más aún si se tiene en cuenta que muchas fincas, que fueron azotadas por el temporal del pasado mes de enero, han perdido la totalidad o parte de los cerramientos. Cabe tener en cuenta que hay pocos vecinos que habiten la zona durante todo el año por lo que muchas se encuentran vacías: «Por la tarde se cuelan en los solares y se las ve beber de la piscina», explica una vecina, quien relata que se ha entretenido en contarlas: «Hay 22, tres de los animales son machos y hay crías».
La familia ha crecido desde que se empezara a dejar ver por la zona a principios del año pasado, tras ser abandonadas por su antiguo dueño. Mientras se les busca otro, las cabras campan ajenas a la polémica que despertó el bando municipal que amenazaba con su sacrificio y también a las 4.000 firmas que exigieron su indulto a través de internet.