En una década Menorca ha visto crecer en casi un 8 por ciento su población flotante máxima en estas fechas de agosto, de los 206.697 habitantes de 2007 (día 10) a los 222.862 de 2016 (día 12, como ayer) y a la espera de cerrar la estadística de este año, todo apunta a que la línea será ascendente y más próxima a multiplicar por tres el censo -que no los residentes reales-, del invierno, situado en 93.516 personas a enero de este año. La festividad de la Asunción de la Virgen María está más marcada en el calendario por el movimiento de turistas que genera, con el puente vacacional y el cambio quincenal de entradas y salidas en puertos, aeropuertos, alquileres de coches y alojamientos, que por su sentido religioso. Es el momento de máximo estrés para una economía que gira ya casi exclusivamente en torno a los servicios turísticos como la menorquina.
La mayor presencia de visitantes pone a prueba toda la maquinaria adormecida durante la temporada baja: prohibido cogerse las vacaciones para que las vacaciones de los demás, las experiencias como ahora gusta de denominarlas el sector, sean perfectas e inviten a repetir. Y detrás de la oferta más evidente, la que se ve, como las excursiones, las mesas de los restaurantes y bares, los lugares wellness o de bienestar, la música y la animación de las salas de hotel y todas aquellas actividades que hacen de la estancia de un turista un ejercicio consagrado al relax, hay una legión de trabajos ordinarios que no pueden fallar y de los que también depende, y mucho, la imagen del destino.
Estos días notan la presión pero no porque no puedan aparcar en la playa, sino porque su trabajo es más duro y con más prisas; las manecillas del reloj no existen para muchos autónomos y microempresas. «Somos tres y vamos a tope, no cogemos más porque en invierno baja el trabajo», comenta un pequeño empresario del sector de instalaciones eléctricas y maquinaria industrial. Entre otros aparatos, pasan por sus manos los de las lavanderías, un servicio imprescindible para el sector de alojamiento y restauración. «Hay muchísima más demanda, estamos en el pico de la temporada, con muchas más máquinas en marcha en hoteles y apartamentos», señala, «y también hay más averías, como nos llega energía de Palma se dan más subidas y bajadas de tensión».
Lo que caracteriza al verano en estas pymes no es el relax precisamente sino la urgencia. «La gente quiere el arreglo ya, hay poca comprensión, pero yo lo entiendo, porque un bar que tenga una avería en pleno agosto...» El calor también dispara la demanda de refrigeración y climatización. «En las casas siempre esperan a la última semana para instalar el aire acondicionado», comenta un técnico del sector, que afirma tener «las mismas llamadas que el agosto pasado, hay más trabajo porque hay más gente, eso sí, se ha multiplicado el uso del aire, ha habido temperaturas más altas este año».