Emili de Balanzó (Barcelona, 1941) ha dedicado su vida profesional al turismo, es la historia viva del Foment del Turisme de Menorca y este jueves será distinguido con el Premio Juan Gomila Borrás, el creador de esa sociedad que hace unos años cerró sus puertas. Culto, irónico, perfeccionista, de conversación fácil y elocuente, no disimula el cosquilleo nervioso que provoca este reconocimiento.
¿Qué piensa al ser el primero en recibir este premio?
— Primero, que soy mayor, cuando empiezan los homenajes es un aviso de que es hora de marcharte, pero lo recibo con especial satisfacción porque cuando me lo comunicó la presidenta del Consell me dijo que había sido por unanimidad. Y segundo, porque lleva el nombre de Juan Gomila Borrás.
Ya sé que la pregunta no es la adecuada, ¿le parece justa la decisión del jurado?
— Pues mira, yo creo que sí es justa, al final todo se acaba personalizando, pero quiero dejar claro que conmigo lo reciben también personas que ya no están, el primero el propio Juan Gomila Borrás y Juan Victory y JuanVives Llull y una larga lista, una legión, que creyeron en el proyecto y sin ningún interés personal se pusieron al frente. Yo lo recibo y ellos están conmigo, en ese sentido sí creo que es justo.
¿Quién fue, en pocas palabras, Juan Gomila Borrás?
— Un visionario, presidente del Ateneo, de la Cámara de Comercio, fundador de la primera industria bisutera moderna en la calle Bisbe Sever de Maó -aún se puede ver Inbime- y que, imagino que por sus ideas republicanas, después de la guerra tuvo que marchar y su figura quedó un poco soterrada. He tenido oportunidad de ver cartas suyas en el archivo, su defensa de la estancia de Hans Hartung en la Isla, fue un hombre de una vitalidad extraordinaria. La última carta que hay de su época es del 17 de julio de 1936. Luego no hay más hasta que Juan Victory Manella resucita el año 48 el Foment.
¿Qué otros presidentes deben recordarse?
— Es muy difícil, cada uno ha ejercido su papel. De los que he tenido, Miguel Coll Carreras, Pepe Seguí, Marcos Carreras, fue quien le dio un toque empresarial, tendría que hablar también de Tomeu Gili. En los años 60 salió una ley que impedía a entidades sin ánimo de lucro como esta tener un presupuesto superior a 50.000 pesetas al año, entonces crearon una asocición de promotores turísticos de Menorca, que presidió otra figura paradigmática, don Gabino Sintes, que se hermanó con el Foment, recaudaba dinero y financiaba las actividades del Foment. Hubo años en que cobraba el 25 por ciento del salario del Foment y el resto de esa asociación. Cuando se derogó la ley se fusionaron. También ha habido presidentes -digamos- curiosos.
¿Cuánto debe la industria turística de hoy a Juan Gomila Borrás?
— Lo que yo me pregunto es que diría él ante el fenómeno de hoy. El turismo de entonces tenía un componente más romántico, una de las primeras promociones que se hacen es una exposición de pintores menorquines en Barcelona y en Londres. No era tanto el hecho turístico como abrir Menorca al mundo, no pensaban que esto acabaría en lo de hoy, no sé qué dirían.
¿Cómo ha digerido la desaparición de la entidad?
— Yo creo que es un drama social que algún día tendrán que plantearse los menorquines. Ya lo dije una vez cuando se creó la fundación Turisme Menorca, ¿cómo se podía dejar morir una sociedad creada por la iniciativa privada? Lamento que aquel esfuerzo -el primer cartel del Fomento Vives Llull, año 32, lo pagaron Sebastián Llufriu y un hermano del pintor, no había subvenciones- y la propia historia se haya enterrado sin lápida, cómo una sociedad fagocita lo que ella misma ha creado.
¿Está en retroceso la iniciativa de lo que se llamó sociedad civil?
— Es obvio que todo ha cambiado, estamos lejos de aquel libro publicado en los años 70, «La via menorquina del creixement», una isla paradigmática con la economía equilibra y asentada sobre cuatro patas. Hoy industria queda poca, en el campo si no hacemos hoteles no sabemos qué hacer, los bouers se convierten en salas de estar... Admito que los tiempos cambian, pero miro y no adivino en lontananza un Gabino Sintes, ni un Fernando Sintes de «La menorquina», ni un 'Chapado oro vid', ni un Rafael Timoner ni un Pedro Montañes, no veo sustitutos. Y más dramático, muchas de estas empresas no han llegado a la tercera generación.
¿Cómo ha evolucionado la mentalidad menorquina respecto al turismo?
— Se sigue aceptado a regañadientes. Actualmente lo entiendo más. Menorca llegó tarde al turismo porque tenía un sistema económico estable, de muy larga tradición, la sociedad menorquina en general sigue sin asumir que el turismo no solo es un hecho económico sino que es una forma de relacionarse con otros pueblos, quizá porque el exceso de oferta desvirtúa esta relación, pero en el fondo subyace si no animosidad, el reparo.
La cantidad dicen que va en detrimento de la calidad
— La gente confunde todavía calidad con dinero. Y no es esto. Recuerdo el desprecio a los mochileros, gente joven normalmente con pocos recursos que quiere conocer el mundo. Un día acabarán sus estudios, tendrán mejor renta y si les ha gustado Menorca volverán con sus hijos y de una manera distinta. Calidad es que recibas por lo que pagas, una vieja idea del Foment, que anteponía calidad a cantidad.
¿Lo de estos dos últimos años es coyuntural o estamos ante una industria segura que va a más?
— Es una industria muy frágil. Menorca es un producto -no me gusta nada utilizar la expresión, pero es así- más o menos atractivo y el mercado está fuera y, por tanto, dependemos de otros. Si no vienen, no vienen. Cuando empecé en el Foment había diez destinos turísticos, ahora los folletos de los topuroperadores son unos tochos. Recuerdo una feria de Bruselas con el conseller que se sorprendió al ver un stand de Yemen, «y estos qué quieren», dijo. «Pues lo mismo que tú», le contesté. La oferta es ahora tan variada, exótica y atractiva que tendremos que ser muy firmes en nuestra oferta, valorar lo que somos y tenemos, tampoco hace falta mucho más. El 80 por ciento del turismo que recibimos es de sol y playa. Y que no falte.
Se habló de combatir el monocultivo británico y es el mercado que más sigue creciendo.
— Se ha atenuado, llegó a representar el 75 por ciento de nuestro turismo exterior en los años 70 y 80. Ha costado abrir otros mercados, Alemania, Italia, países nórdicos, yo no pude con Francia y ahora sí responde.
Ante el subidón de la demanda ¿alquiler turístico libre?
— El tan deseable retorno social de la actividad turística no vendrá por aquí, aunque vivimos en una sociedad de libre mercado y salvo que pongas cautelas proteccionistas puedes alquilar. Creo que no es el camino, tampoco lo es convertir en agroturismo todos los llocs de Menorca.