Habían pasado tan solo dos horas desde que participara en el simulacro sísmico, organizado coincidiendo con el 32 aniversario del devastador terremoto de 1985 y que dejó miles de muertos en la ciudad de México, cuando «a la una y cuarto más o menos (hora local del país) comenzó a temblar bastante fuerte y se fue la electricidad».
Deborah Gardés es una mahonesa que lleva ocho años residiendo en el país y aunque asegura que durante su estancia ha vivido otros seísmos «éste ha sido el más fuerte». Cabe recordar que hace solo 10 días hubo otro terremoto que causó casi un centenar de muertos. En el momento del seísmo, Gardés se encontraba en la oficina, ubicada al sur, cuando este terremoto de 7,1 grados azotó tanto el centro como el sur de México. Sus palabras reflejan tristeza por las consecuencias y secuelas que este nuevo temblor va a dejar, a pesar de que se encuentra bien y que, en su caso, remarca, se va a quedar en un susto.
Explica que les desalojaron, permaneció en la calle en un punto de reunión que se estableció hasta que les dejaron volver a la oficina para recoger las pertenencias y mandarles a casa. Asegura que no había transporte público y los seis kilómetros que separan el lugar del trabajo de su casa los hizo a pie. «No había otra alternativa, había mucho tráfico y mares de gente caminando». A lo que añade que «en estas circunstancias te encuentras desubicado y confundido». Para ella, «fue una experiencia dura y fuerte».