El café con Conxa (Juanola) para hablar sobre el ascensor de Rochina reunió a unas quince personas, casi todas (o todas) vinculadas de hecho o por ideas a Ara Maó. La pretensión del encuentro de formato informal y vocación de continuidad no iba mucho más allá. Para la exposición más masiva a la ciudadanía se han previsto otras vías, como unos paneles informativos en el hall del Ayuntamiento de Maó.
Como era, por tanto, previsible fue una tertulia plácida para la alcaldesa, incluso con asistentes más entusiastas que ella con el proyecto, del que se llegó a resaltar no solo su escaso impacto sino incluso su belleza. El punto crítico lo puso el camarero del American Bar, lugar de la reunión, que se mostró nada convencido por la propuesta y más partidario de terceras vías.
Juanola explicó que el ascensor siempre ha presentado para Ara Maó menos inconvenientes que las escaleras mecánicas (aparece en su programa electoral), incluso con importantes bondades como el adecentamiento de una zona que ahora es difícil de mirar. Reconoció un impacto en la ciudad, como toda actuación de envergadura, pero en este caso lo considera positivo. A preguntas de los presentes detalló que la incrustación era inviable para no irritar el sensible acantilado, que habrá que reordenar la parte baja del elevador para hacer agradable y segura la movilidad peatonal, que incluso han de tener en cuenta la preservación de algún árbol con encanto y que las cuevas, ahora ignoradas por muchos, tienen sus historias bien curiosas. Explicó que se pretende coordinar la medida con una ampliación de los horarios del aparcamiento soterrado del Mercat des Claustre, que los costes de mantenimiento son moderados, y que espera ver las obras iniciadas en el presente mandato.
Para los de números, 21 personas, 25 metros de altura, a 1,6 metros por segundo, y 10 de pasarela. El café con Conxa fue con azúcar y los presentes quedaron convencidos. Menos el camarero.