Los nervios desaparecen después de las fiestas patronales. También en los caballos, según el primer estudio del estudiante de veterinaria Sergi Olvera sobre los niveles de estrés que sufren los equinos en las colcades. Aunque él mismo advierte que es algo controvertido realizar afirmaciones rotundas, su trabajo, tutorizado por el doctor Manel López-Béjar de la Universitat Autònoma de Barcelona, abre la veda a la investigación sobre el bienestar de estos animales durante esos días en que se convierten en el centro de atención. Para su estudio, titulado «Cambios en la concentración de cortisol en saliva en caballos menorquines durante las fiestas patronales. ¿Es esto una medida de estrés agudo?», el joven aprovechó las fiestas de Gracia de Maó del año pasado y recogió las muestras de saliva de 15 caballos entre los días 6 y 9 de septiembre. Tras comprobar sus niveles de cortisol, la hormona segregada en situaciones estresantes, descubrió que, una vez volvían a los establos, los animales presentaban niveles de cortisol similares a días antes de empezar a trotar por el centro de Maó.
Si entendemos el estrés como una amenaza (real o interpretada) para la integridad física o psicológica del individuo y al que éste da una respuesta neuroendocrina como la secreción de cortisol, la respuesta fisiológica de estos caballos no sería negativa. Porque no perduraría en el tiempo sino que su cuerpo daría una respuesta puntual, conocida como eustrés. Éste permite que el animal pueda adaptarse al ambiente que debe afrontar, como explica Olvera, mientras que el distrés sería ese estrés que persiste durante demasiado tiempo y que provoca desgaste, al dedicar más energía para conservar el organismo de la necesaria.
«No se puede afirmar que el estrés sea siempre malo» para los equinos, como concluye en su estudio. El hecho de que existan diferencias significativas en los niveles de concentración de cortisol cuando se encuentran en reposo o cuando están activos es otro punto a favor de esta teoría, ya que el animal reacciona ante un estímulo y tiene capacidad de adaptarse a condiciones variables. Eso no sucede, por ejemplo, en algunos estudios con animales que viven en cautividad cuando se analizan sus niveles de la hormona del estrés, puntualiza Olvera.
Los resultados de la investigación son limitados y para realizar una valoración más profunda del estado de salud de los animales durante las fiestas el veterinario considera que debería ampliar el estudio a los niveles de electrolitos en sangre, la frecuencia cardíaca o analizar también los niveles de cortisol en el pelaje. Esto último permitiría entender cómo responde cada individuo a las situaciones de estrés. En el pelo se reflejan los niveles de cortisol por temporadas, a largo plazo, mientras que en la saliva la fracción de la hormona se corresponde a entre diez y veinte minutos antes de tomar la muestra, explica. Comparándolos se identificarían mucho mejor las variaciones fisiológicas reales en cada animal y si se corresponden o no con su comportamiento.
Olvera no se plantea seguir con la investigación de momento, al no contar con financiación. Aunque no le faltan ganas: «Creo que sería importante», tanto para el bienestar animal como para la conservación de las fiestas, «conocer realmente qué les ocurre a los caballos y las repercusiones que esto puede tener», afirma. El joven, caixer desde hace 10 años, se define como un defensor del bienestar animal. En Menorca, a diferencia de otros lugares con fiestas patronales en las que participan animales, se le da culto al caballo, puntualiza, no se le daña, «no son los toros». Cree que «igualmente deberían hacerse campañas de concienciación para conservar las fiestas». Dando la información necesaria sobre los actos que se representan la población y los visitantes las conciben de otra forma. Si a eso se le suma el desarrollo de este tipo de estudios se podría ayudar a garantizar, «todavía más», el bienestar de los equinos a pesar de la gran presión que sufren en esas fechas.