Los descendientes de Fernando Rubió han vuelto este verano a Mongofra y se han reproducido momentos de tensión, aunque esta vez no han salido de los límites de la finca. En junio, julio y agosto ha habido miembros de la familia, que mantienen el derecho de posesión en los mismos términos en los que la disfrutaban antes de que la propiedad de la Fundació Rubió fuese alquilada a Dimitri Sturdza. Ese derecho incluye los 365 días del año.
Un nieto del patriarca llegó el pasado fin de semana, encabezaba un grupo de doce miembros y durante su alojamiento se produjeron «ciertas fricciones», según lo ha calificado un portavoz de la familia.
Según esta versión, Sturdza -con quien no pudimos contactar ayer- pretendía alojar a niños en unas boyeras rehabilitadas, un edificio distinto al de los padres, lo que motivó el desencuentro y discusiones por parte de los recién llegados.