No hay ningún interno del Centro Penitenciario de Menorca que presente síntomas compatibles con el coronavirus. Tampoco ninguno de los funcionarios que trabaja a diario en la instalación ha contraído la pandemia ni es sospechoso de que pueda haber resultado infectado. La población que forman en la actualidad unos 55 reclusos y 117 empleados sigue unos protocolos de prevención para que la cárcel menorquina se mantenga limpia de la pandemia, lo que no sucede en la mayoría de los centros españoles que gestiona Instituciones Penitenciarias.
El personal de oficina ha distanciado sus turnos horarios para que coincidan en el menor número posible, y a todos los trabajadores se les toma la temperatura cuando entran en la prisión. También se intenta evitar el contacto entre los funcionarios que trabajan en los módulos con los que ocupan el resto de dependencias de la prisión.
En todo caso, el funcionariado a través de la Asociación Profesional de Trabajadores Penitenciarios Tu abandono me puede matar, y otros sindicatos se sumó ayer a la carta que dirigió este sindicato a la delegada del Gobierno en Balears, Aina Calvo para exigir material sanitario, explicó a este diario Antonio Gutiérrez, representante de esta asociación en Balears y actual funcionario de la prisión menorquina, «porque nos sentimos desprotegidos».
Dado el riesgo de su trabajo solicitan que se hagan test preventivos a toda la plantilla para garantizar que en los días sucesivos todo los trabajadores eviten expandir el virus entre ellos y la población interna, si apareciera algún positivo. Piden también mascarillas FFP2 y FFP3, y no las quirúrgicas que utilizan desde el 24 de marzo para todo un ciclo de trabajo (de 3 a 5 jornadas) reciclándolas previa esterilización. Consideran que este uso excesivo es contrario a las especificaciones del fabricante y no evitan el contagio.
Por último solicitan Epis en todos los departamentos para evitar que en alguna intervención que requiera reducir al interno, y además por contacto con secreciones o mucosidades, pueda esputar hacia el trabajador con la clara intención de contagiarle, o fruto de sujetarlo por las manos.