Pandemia de coronavirus

Las playas, uno de los puntos críticos para el control de la covid-19

La playa invita a relajar todas las medidas de seguridad. Hay quien olvida las distancias y otros compran a ambulantes sin cuestionarse la higiene

Una pareja de bañistas, en el aparcamiento de la playa de La Vall.

Una pareja de bañistas, en el aparcamiento de la playa de La Vall. | Josep Bagur Gomila

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El sol calienta, la brisa transporta el olor a bronceador, salitre y el sonido de las risas de los niños que corretean por la orilla, el mar refresca, lo cura todo, y permite evadirse de los meses de confinamiento y de las noticias machaconas sobre contagios de covid-19. Sin duda, la playa es el lugar perfecto para el relax y para bajar la guardia frente al contagio. Es más, un paseo por célebres calas, las que más gustan a menorquines y visitantes, dejan estampas preocupantes porque incluso habiendo espacio libre, hay grupos que no respetan las distancias (debe ser de un mínimo de un metro y medio).

Si bien es cierto que el uso de la mascarilla no es obligatorio en la playa, hay caminos y pasarelas de acceso a los arenales en los que se registran aglomeraciones de gente y no se guardan las distancias, por lo que quizás en esos puntos sería prudente cubrirse. Sin embargo la sensación de que en la playa no existe riesgo vence por goleada a la prudencia.

Y por último, la relajación es tan elevada que muchos bañistas compran a los vendedores ambulantes sin cuestionarse si esos productos cumplen con las medidas de higiene y seguridad que, sin embargo, son estrictas y exigidas a los comercios, ya sean de comida, de ropa o de cualquier otro producto. «Percibimos peligro en ciertos sitios y en otros no, tomamos medidas por un lado, nos lavamos las manos y luego compramos un trozo de piña al niño sin saber de dónde viene», reflexiona Joaquín Salvador, oficial de policía y coordinador de Salvamento y Socorrismo de Ciutadella.

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