Menorca tiene imagen de refugio covid por ser un territorio donde menos ha penetrado la pandemia y esa sensación ha reforzado el mercado inmobiliario de la Isla. No se ha vendido más que los dos buenos años anteriores, pero un profesional del negocio reconoce que julio y agosto han compensado la parálisis de los tres meses anteriores de inactividad.
Las fincas rústicas y los chalés de lujo constituyen las principales operaciones cerradas en verano. De la consulta realizada a siete inmobiliarias, algunas de ámbito insular y las otras radicadas en Ciutadella, Maó y una en Sant Lluís, se desprende la misma opinión.
Entre todas ellas ha vendido siete llocs por precios que oscilan entre 2,5 y 4,5 millones, según los precios que declaran. De otra «muy potente y muy cara», según definición del inmobiliario, se está negociando ahora la operación.
Lo que no cambia es la identidad de los compradores. De las tres fincas vendidas por una agecia de Ciutadella, dos de los compradores son españoles y el tercero, francés. De esta misma nacionalidad es el nuevo propietario de una finca vendida por otra inmobiliaria de Ciutadella en la zona de Ets Alocs de Ferreries.
Se mantiene, por tanto, la tendencia de los inversores y la procedencia de los mismos. Las restricciones al turismo británico, primero, y al alemán, después, se ha traducido en un menor movimiento económico con los turistas procedentes de turistas del extranjero, excepto los franceses.
Carpe diem
«En Europa hay mucho dinero y la gente se ha dado cuenta ahora de la fragilidad de la naturaleza humana y al mismo tiempo Menorca ha sido valorada como un buen lugar de refugio», analiza Joan Torres, de Bonnin Sansó. Destaca sobre todo la clientela francesa, que piden casas señoriales, «uno se ha interesado por la propiedad más cara que tenemos», comenta.
Asegura que ha cerrado bastantes operaciones de más de un millón, «se ha vendido de forma intensiva, hay gente que pensaba ir al Caribe u otros destinos y no han podido y por ello han descubierto Menorca y quieren este territorio como base», agrega.
Esa impresión del «carpe diem» desatado a causa del coronavirus la comparte también Joan Villalonga, de Fincas Llonga's. «Ha comprado mucho cliente de Madrid, que quieren casa con pisicina, parece que han redescubierto la Isla, lo bueno se está vendiendo a buen precio a compradores de alto poder adquisitivo». También destaca la búsqueda de casas señoriales y los chalés de primera línea de mar, que se están vendiendo en ambos casos por encima del millón.
Estefanía Medina, de Fincas Marivent, que trabaja en ese segmento reconoce que le gustaría contar con más cartera de propiedades de ese tipo ante la demanda que ha registrado. Afirma que durante el confinamiento realizó una venta muy cara y Lluís Armengol, de la inmobiliaria de Maó del mismo nombre, señala que en pleno confinamiento tambien vendió un chalé en Torre-solí. Lo achaca al sufrimiento que mucha gente ha tenido durante ese periodo, «después, quien podía pagarlo, ha buscado casas con terraza, no sabían lo que era pasarlo mal hasta entonces», relata.
El mismo optimismo admite Isabel Petrus, de Casas en Menorca, «esperábamos mal año y se han realizado buenas ventas, sobre todo de chalé individual, la gente quiere un refugio seguro». Aduce que la imagen de seguridad es la que ha traído este año gente con más poder adquisitivo».
Se han realizado operaciones de compraventa de un chalé en Cala Llonga por dos millones y una casa en Es Murtar por un millón, aunque la mayoría de las operaciones se han movido en la horquilla del medio millón.
Hay también profesionales liberales que han comprado casa en la Isla con el fin de poder trabajar a distancia durante algunas temporadas o ante el riesgo, cada vez menos probable, de otro periodo de confinamiento.
El ligero optimismo que se ha respirado durante estos dos meses en el mercado inmobiliario no esconde, sin embargo, la red de prudencia que se extiende sobre la actividad económica. «El respiro será temporal, el PIB se ha desplomado y las cifras de la economía son catastróficas», advierte Armengol.