El conflicto de identidad que persigue al emigrante cubano puede resultar más acusado, si cabe, en aquel que ha fijado su residencia en Menorca huyendo de las limitaciones de su país desde hace varias décadas. Pelea contra el futuro que le pone trabas en su nuevo destino, mientras le acompaña la nostalgia inevitable del pasado que aún reconoce y en el que también fue feliz -porque el cubano, normalmente, sabe ser feliz en cualquier parte. Conoce que Cuba es un paraíso maltratado por sus gobernantes y le resulta triste contactar con su familia para conocer la marcha de los acontecimientos actuales, la represión y el miedo, las centenares de detenciones de los últimos días o las colas interminables frente a los comercios. Comparar los supermercados llenos de esta isla frente a los estantes vacíos de las tiendas de su patria les resulta un ejercicio de placer y de impotencia al mismo tiempo.
Algo menos de 200 cubanos -180- estaban empadronados en Menorca el año pasado según el Ibestat. Los consultados por este diario tienen claro que no quieren regresar a su país, salvo de visita. Claman por el fin de la opresión en su tierra y sufren por su gente mientras siguen con moderada esperanza en algunos y bastante escepticismo en otros muchos, lo sucedido en los últimos días. El hartazgo de gran parte del pueblo cubano por la falta de alimentos y medicinas después de los rigores de la pandemia que les azota con virulencia, les ha hecho salir a la calle en La Habana y en otras ciudades de la Isla cansando del régimen comunista, para reclamar libertad.
Hay lazos entre Cuba y Menorca a partir del éxodo de menorquines, que junto a otros baleares partieron a la mayor de las Antillas en busca de fortuna a finales del XIX, antes y después de la Guerra Civil del XX. Muchos lo lograron con la exportación de calzado, por ejemplo. El recorrido ha sido inverso desde hace casi tres décadas cuando las carencias del régimen castrista comenzaron a hacer mella en la población que ahora vuelve a poner en jaque al buró comunista presidido por Díaz Canel, como le hizo a Fidel Castro en el éxodo del puerto de Mariel, en 1980, o en el ‘maleconazo', en 1994.
Aquellas protestas derivaron en reacciones puntuales del régimen que permitió la salida de cubanos hacia Miami para retomar el control absoluto del país y continuar culpando al bloqueo yankee de todos sus males.
La diferencia de aquellos episodios históricos y el más reciente descansa, opinan los cubanos menorquines, en la trascendencia, en la inmediatez informativa que permiten las nuevas tecnologías. «Pueden cortar internet como hicieron el mismo domingo, pero tarde o temprano va saliendo todo lo que hacen, los cubanos ya no aguantamos más», explica uno de ellos en Menorca.
Mientras aquí el debate es si aquello es una dictadura o no lo es, los cubanos menorquines no tienen dudas de la privación de libertad que hay en su tierra. Sus testimonios admiten pocas dudas, aunque los hay que prefieren no alzar la voz ante el temor a posibles represalias y que no les dejen volver a entrar a su país.Sueñan con que el fin de la pesadilla acabará por llegar pero no será a corto plazo.
«El gobierno es como un maltratador, pero como todos han sufrido el maltrato tienen asumido que es así»
Jesús Solar, de 55 años, llegó a Menorca hace dos décadas tras pasar por Alemania, con una carta de invitación, y Madrid. Fue militar en su país, casi por obligación para evitar que lo enviaran a luchar a Angola después, donde sí fueron su padre y su tío. «Tuvieron que pasar 5 años para que pudiera salir del ejército después de haber tenido una relación prohibida con una rusa que vivía en mi barrio, ya que entonces no se permitía andar con extranjeros». En Ciutadella ha tenido un negocio de restauración pero actualmente trabaja como autónomo en la construcción.
«El gobierno cubano es como un maltratador pero como todos, la abuela, la madre y la hija han visto ese maltrato, tienen asumido que es así y eso es lo triste». La clave de la opresión es «hacer ver al pueblo que sin ellos no vas a vivir mejor porque te dan una canasta de alimentos al mes». Añade que «te adoctrinan desde pequeñito y vas creciendo con la idea de que ese comunismo que te imponen sin libertades es lo mejor».
En contacto con su familia tras los últimos acontecimientos, «me dicen que no se pueden quejar pero yo sé lo que quieren decir y no dicen por miedo a hablar, el régimen sigue las redes sociales y hay mucho temor». Decidido a no regresar a Cuba, Solar niega el embargo americano. «Castro hizo una ‘robolución', expropió todos los intereses de Estados Unidos, España y otros países extranjeros, expropiaron hasta las peluquerías pero ahora es para ellos».
La única solución «es que se vayan, pero necesitamos el apoyo de España, de EEUU y de la Unión Europea, pero todos tienen muchos intereses en Cuba y por eso no se implican lo que deberían para que esto acabe». Por lo menos «ahora la gente ve que hay otra opción y los jóvenes se dan cuenta de que afuera hay una vida mejor, por eso ahora están llenando las cárceles de disidentes y youtubers, pero yo creo que estas manifestaciones sí servirán para algo».
«Mi abuelo hizo la revolución con Fidel, pero mira en qué se ha convertido el país», Yunier González, técnico en electrónica
«Si estas manifestaciones no han pasado antes es por el miedo a que te encarcelen o te maten. Mi abuelo luchó en la revolución con Fidel Castro por unos ideales, pero mira en qué se ha convertido el país. Yo salí porque me casé con una española con la que ya tenía una relación de años, pero en Cuba cuando me vine en 2008, podías sobrevivir más o menos bien si trabajabas. Yo era bailarín y ganaba mucho más que mi tío, que es médico, pero pensé que con mi titulación podía prosperar más y mejor en España. La única solución para Cuba es que estos se vayan pero no lo harán por sí solos. Otros países lo han conseguido con guerras civiles, aunque ese no es el camino».
«Desde pequeño te convierten en joven revolucionario, pero aquí vi que todo es mentira», Lisbet Serrano, controladora sanitaria en el aeropuerto
«Llegué con 19 años a Es Castell porque mi madre se buscó la vida para salir. Desde pequeña te convierten en joven revolucionaria, yo no quería marcharme pero ahora no quiero volver. Aquí vi que todo lo de allí es mentira, el gobierno ha acabado con la mayoría de recursos naturales, Fidel ha embrutecido al pueblo y la gente no sabe sobrevivir por sí sola. Veo difícil que esto acabe, la gente ha hecho lo que ha podido pero mientras el gobierno tenga las armas... Tampoco veo a una oposición organizada. Sin ayuda exterior no hay solución. Hablas con mayores que aún tengo allí y dicen que las imágenes que llegan son un montaje, hasta ese punto les manipulan».
«No hay camas en los hospitales y hay lugares sin luz y sin agua», Yuneysi Ferro, bailarina profesional de folclore
«Solo llevo 20 meses en Ciutadella. Soy bailarina de folklore cubano y en una gira con mi grupo por Francia, me quedé. Mis tres hijos están en La Habana y siento impotencia porque apenas puedo comunicarme. La gente ha salido a protestar porque ya no aguanta sin alimentos ni medicinas, es demasiado. En los hospitales no hay camas y hay lugares sin luz ni agua, ¿cómo combates al virus sin higiene? Mi barrio está desierto por miedo. Hace falta apoyo y las mujeres somos las que más protestamos porque somos las que hacemos las colas interminables sin que te dejen ir a comprar a otro barrio. La solución tiene que salir de Cuba».
«Tengo claro que no volveré, lo que yo ganaba en el hospital lo sacaba mi marido en propinas», Jackeline Báez, camarera de piso
«Yo ya tengo claro que no voy a volver a Cuba, por eso no tengo miedo a hablar. Llevo 18 años aquí y vine por lo mismo que todos. Allí era recepcionista en un hospital ganando 10 dólares al mes y mi marido, en una empresa turística, lo ganaba en propinas. Yo soy del barrio de San Isidro, en la Habana Vieja, donde hay un movimiento opositor hace tiempo pero no eran visibles porque no había internet. Te dicen que si hablas te meten preso y a mi sobrino se lo han llevado reclutado a la fuerza a una unidad militar. Es triste porque están matando a gente. La solución es seguir reclamando y que los otros países nos ayuden».