Hace algo menos de una década Menorca disponía de ocho clubes de alterne distribuidos en diversos municipios, de los que solo uno permanece activo en la actualidad. Eran locales donde se concentraba la mayor parte del ejercicio de la prostitución en la Isla, pero su progresiva desaparición no se corresponde con la de la que se considera práctica más antigua de la humanidad. Más al contrario, aunque los puticlubs hayan cerrado sus puertas la explotación sexual en sus diversas formas se ha incrementado en este tiempo, gracias a internet principalmente, que ha facilitado tanto la oferta como la demanda.
El Caballo Blanco en Es Migjorn Gran; La Nuit, Al rojo vivo y Danzas en Ciutadella; Es Figueral en Sant Lluís; El Padrino, Cocktail y Fellini en Maó conformaban el censo de clubes poco más allá del 2010. Entre ellos el único que permanece abierto es el local de Cala en Blanes, Danzas, pero basta acceder a las páginas de anuncios en cualquier portal de la red para comprobar que más de 300 ofertas de servicios sexuales se localizan en Menorca. El número no refleja la cantidad de personas que comercian con su cuerpo puesto que muchos se repiten en diversos portales tratándose de la misma persona. En todo caso varía sustancialmente con la llegada de la temporada estival que supone el trasladado de muchas mujeres a la Isla para ejercer la prostitución en pisos compartidos, la mayoría de ellas. Pueden llegar a las 120 mujeres en ejercicio en pleno verano.
Como recogía a final de 2020 el estudio encargado por el Institut Balear de la Dona sobre la prostitución, trata y explotación sexual en Balears, elaborado por un equipo multidisciplinar dirigido por el sociólogo y profesor de la UIB, Lluís Ballester, la oferta de escorts ha crecido en Maó y Ciutadella. Ese mismo estudio incluía las opiniones de 15 personas dedicadas a la prostitución en Menorca, entre las 239 que incluía el trabajo. En el Centre Insular de la Dona, en Menorca tienen constancia de la existencia de al menos 20 casos asentados en la Isla.
El traslado de este negocio clandestino aunque no ilegal salvo que se realice bajo coacción, a los pisos, viviendas sin legalización ni licencia de actividades, favorece su expansión. Sean los proxenetas o las propias mujeres, se benefician del anonimato y de la protección que les ofrece una vivienda privada donde, en principio, no puede acceder la Policía. Los ocupan, por lo general, mujeres por iniciativa propia, pero también sometidas en parte por una o varias personas que pueden estar relacionadas con organizaciones criminales potentes para desplazar mujeres de una isla a otra, o procedentes de la Península.
Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado solo intervienen cuando constatan que existe trata de personas o bien tráfico y consumo de drogas en esos pisos, explica un mando policial.
No son los casos de trata de seres humanos los más frecuentes en Menorca, al contrario de lo que sucede en Mallorca eEivissa. Pero los ha habido en los últimos tres años, o al menos han sido denunciados. Aún se mantiene abierta la investigación sobre las detenciones el pasado enero de siete personas de Guinea Ecuatorial, acusadas de formar una organización criminal que traía a jóvenes de su país a Maó y Es Castell, algunas menores de edad, para prostituirlas.
El pasado mayo la Policía detuvo en Maó a un asiático de 41 años, acusado de explotar sexualmente a varias mujeres de su país en un piso céntrico de Maó, gracias a la información facilitada por el vecindario. Y en 2019, en una operación antidroga de la Guardia Civil, se descubrieron dos pisos de una organización en Ciutadella en los que se practicaba la prostitución.
La detección de la mujer prostituida contra su voluntad resulta más complicada. Las víctimas de maltrato que piden asesoramiento o ayuda a los organismos del Consell no admiten que les obliguen a hacerlo, muy pocas se identifican como víctimas y dicen que lo hacen porque es su elección. Ahí juega la sensibilidad del profesional para detectar ese tipo de violencia.