Entre las propuestas incluidas para hacer viable el proyecto «Menorca Smart Green Island» de movilidad eléctrica integral figura la construcción de veinte kilómetros de carretera solar. Eso supone pavimento de paneles fotovoltaicos, capaz de captar la energía de luz del sol y transformarla en electricidad.
Existe tecnología desarrollada y una justificación evidente, que la electricidad que consumen los vehículos sea generada en la misma carretera. De ese modo, se eliminan las pegas que acarrea el uso de suelo rústico para fines no agrarios, como sería el caso.
Por esa misma razón, todas las convocatorias de inversiones en instalaciones fotovoltaicas se realizan sobre edificios públicos o grandes aparcamientos. A los 20 kilómetros iniciales de calzada fotovoltaica se añadirá más superficie en función de la demanda progresiva, al ritmo de la incorporación de coches eléctricos al parque móvil porque el cambio será igualmente gradual.
Entre otras consecuencias del plan, se reduciría el número de vehículos actuales, ya que se implantarían plataformas de movilidad compartida, car sharing y moto sharing, para uso de estos vehículos sin necesidad de ser propietario de los mismos.
La energía que produce el sistema de calzada solar tendría como destino los puntos de recarga de los vehículos eléctricos, pero no se ha elegido el tramo. Esta decisión como tantos otros aspectos del proyecto están por definir, reconocen sus promotores. «Tenemos un gran trabajo por delante», señala Lucas Casasnovas, de Seat Mó, uno de los promotores que ha desarrollado la idea junto a Martí Ribas, de Endesa Balears.
Hay complicidad con las administraciones autonómica e insular, con quienes han compartido el concepto desde el punto de vista técnico, y con entidades sociales como el GOB y el Ateneo y empresariales como PIME. Es conocido el objetivo y los efectos tanto de progreso ambiental como económico. Hay un acuerdo general, la idea es vista con buenos ojos pero primero debe conocerse la apuesta firme de la Administración central.
Al aspirar a financiación a través de los fondos europeos ha de contar necesariamente con el apoyo decidido de Madrid. Y en segundo lugar, materializar la infraestructura y la logística para llevarlo a cabo con la resolución previa de los aspectos complejos como la gestión de la demanda.
Será necesaria una plataforma de distribución de esa demanda. Casasnovas pone como ejemplo que si todo el mundo pone a recargar el vehículo a primera hora de la noche, el sistema colapsaría, por lo que hará falta un sistema de gestión inteligente.
Se trata de un proyecto «conceptualmente trabajado, falta la decisión y el compromiso de todos para ejecutarlo», agrega un convencido Casasnovas. El mercado ya lo tiene todo en cuanto a tecnología y posibilidades para hacer realidad este proyecto pionero avalado por la condición de reserva de biosfera, el apoyo decidido de las directrices comunitarias y las opciones de exportabilidad que ofrece.
Además de la carretera solar, el capítulo de generación incorpora las inversiones que se están convocando o las previstas en los años inmediatos. Tiene en cuenta todos los esfuerzos que la administración autonómica y la insular en particular han puesto en marcha.
Las baterías de micromovilidad, que podrían tener uso en la industria náutica, son otro de los componentes del proyecto. Ya se fabrican para motos y son sumergibles en el mar, están probadas. Extender el proyecto a la movilida náutica parece una consecuencia lógica.