Tamara Contreras, directora médica del ‘Mateu Orfila', explica un año y medio después del inicio de la pandemia, cómo ha afrontado el hospital esta quinta ola. Contundente con quienes niegan el virus o rechazan la vacuna, afirma que «les invitaría» a que visitaran una sala de cuidados intensivos donde, recuerda, se han vivido situaciones durísimas, como la muerte en soledad.
Las defunciones continúan pero la sociedad parece más relajada ¿comparte esa visión?
—Lo que yo veo es que hay más seguridad. Tenemos porcentajes buenos de vacunación y entonces hay una sensación de que estamos más protegidos que hace un año. Si estamos vacunados el resto de medidas se relaja.
Es más tranquilidad que imprudencia...
—Imprudencias las hay y las habrá siempre. Pero como tenemos más armas para defendernos y más conocimientos, es normal bajar la guardia.
El Govern ha levantado las restricciones de madrugada y en la hostelería ¿se acabarán así los botellones?
—El irresponsable lo seguirá siendo, y el comprometido con la salud de todos lo hará bien. Mi opinión es que la hostelería ha sido duramente castigada, porque los encuentros sociales en espacios cerrados favorecían los contagios. Pero llegados a un punto en el que hay que convivir con el coronavirus, seguir con normas de hace un año, cuando las circunstancias eran otras, pierde peso.La realidad es que con los bares cerrados el irresponsable buscaba la forma de seguir la fiesta, al final, hay una dura crisis económica que solventar. Mejor que el ocio sea en un espacio controlado que fuera y sin medidas.
Hay que habituarse al virus, ¿no será derrotado del todo?
—Las pandemias llegan para quedarse. A medida que ganemos inmunidad la letalidad del virus irá en descenso. Con el SARS-CoV-2 vivimos realidades novedosas y adelantarse al final de la pandemia es complicado. Lo más sano es aprender a convivir con él.
¿Se ha avanzado en los tratamientos?
—Hay fármacos que actúan sobre nuestro sistema inmune pero no son curativos, ayudan en la evolución del paciente. Lo que conocemos es que la covid-19 provoca una respuesta inflamatoria exagerada, la respuesta de tu propio sistema inmune luchando contra el virus es lo que te mata, por eso los fármacos actúan ahí y no en la curación de la enfermedad de momento.
La vacunación se ha ralentizado, sobre todo de 20 a 39 años ¿a qué puede deberse?
—En esa franja se insistió, al principio de la pandemia, en que pasaban la enfermedad más leve, y así fue en la primera ola. La evolución con las siguientes cepas, ahora con la delta y también con la alfa, ha sido otra. Pero se ha interiorizado que lo esperable es que siendo joven y sano no pasarás un cuadro grave. Mi mensaje a esta población es que yo personalmente prefiero pasar la enfermedad vacunada, siempre será mejor. Un vacunado va a tener menos posibilidades de contagiarse y será menos contagioso. Hay mucha información y desinformación.
¿A qué se refiere?
—A que quien tenga dudas y se haga preguntas debe acudir a resolverlas a la comunidad científica y no a otros profesionales, ni a médicos o biólogos por la verdad, porque aquí ninguno de nosotros estamos por la mentira.
Usted ha dicho que en esta ola el hospital se ha llenado sobre todo de los no vacunados.
—Es que la quinta ola ha sido eso, y es duro tener que paralizar un área de salud. Además coincidió con el verano y las vacaciones de personal. Lo último que nos planteábamos era suspenderlas porque son necesarias, por salud mental y física de los sanitarios. Llevamos más de un año intentando gestionar un hospital y nos damos contra un muro cada vez que hay una ola de la pandemia.
¿Qué hubiera sido sin vacuna?
—La quinta ola sin tener vacuna hubiera sido una catástrofe, porque la estimación era que por cada no vacunado que ha ingresado habrían entrado doce.
¿Hay que obligar a vacunarse?
—Habría que obligar pero a informarse de los riesgos y los beneficios. En la experiencia con las vacunas el beneficio siempre es infinitamente superior, la realidad es que llegó un virus nuevo y estaba matando a miles de personas. Creo que hay que intentar estrategias de información y concienciación, porque es una cuestión de salud pública. Hay que luchar contra el discurso negacionista, que es igual o más letal que la covid-19.
¿Han tenido arrepentidos de no haberse vacunado?
—Sí, ha habido pacientes en la UCI que se han dado cuenta, y cuando se ven en un box, a punto de ser intubados y con peligro para su vida se arrepienten.
¿Cómo es la situación ahora en el hospital?
—La semana que viene funcionarán cuatro quirófanos, que sería más la actividad de un verano normal, ya no se hace solo cirugía oncológica y urgente.
Han aumentado las listas de espera y también ha habido casos de retrasos en pruebas ¿qué responde a esas quejas?
—La lista de espera de cirugía se ha visto afectada pero no es crítica. En cuanto a las pruebas, este año hay un radiólogo más y no hay ningún problema con las derivaciones a la sanidad privada. Los TAC urgentes, determinantes para el tratamiento o la vida del paciente, se comentan entre médicos y se piden con urgencia. Luego hay pruebas para saber la evolución pero que no van a cambiar el pronóstico del paciente. En el caso concreto de la enferma que esperó 85 días, estamos sobre este tema pero desafortunadamente hacer el TAC antes no hubiera cambiado el desenlace. Es importante que sepan que su familiar no falleció por un fallo organizativo del hospital.