Poco imaginaba el médico y exalcalde de Ciutadella, Pau Lluch, cuando en octubre de 2021 viajó como turista a las ciudades ucranianas de Kiev y Lviv, que aquel país «maravilloso» se vería inmerso en una guerra cruenta y mucho menos que él sería de algún modo actor, en la ayuda humanitaria a los refugiados. En la actualidad acoge en su casa a seis personas procedentes de Odesa, la ciudad que Putin ambiciona por ser puerta de salida al Mar Negro y que el pasado lunes sufrió los primeros bombardeos.
«Tengo cuatro habitaciones, mis hijos están independizados, hay espacio en casa», afirma Lluch, quien viajó hasta Viena para ir a recoger al primer grupo que acogió en Ciutadella, una madre con dos hijos de 11 y 14 años. Desde Austria a Menorca viajaron todos en avión, pero antes los civiles ucranianos, como todos los que huyen de la guerra, pasaron su propio calvario hasta llegar a territorio de la Unión Europea.
«Salieron de Odesa cuando vieron que los rusos atacaban la ciudad de Jersón», explica el médico; Jersón está a poco más de tres horas en coche de Odesa en circunstancias normales y es la ciudad en la que el lunes militares rusos dispersaron con tiros al aire y granadas aturdidoras una manifestación de civiles contra la invasión.
Este grupo de refugiados que acoge el doctor Lluch huyó «a través de Rumanía, allí tenían un transporte ya concertado pero, lo que pasa en estas situaciones, cuando llegaron les pedían mil euros más de lo que habían acordado, y no los tenían, se quedaron colgados dos días». Por fin, el menorquín pudo encontrarles billetes desde Bucarest (Rumanía), hasta Budapest (Hungría) y de ahí un taxi hasta Viena, donde se reunieron y emprendieron vuelo a Barcelona y luego a Menorca.
Hace pocos días Lluch recibió en su hogar a tres refugiados más, que huyeron a través de Rumanía y que son conocidos del primer grupo. Se trata de una madre con un menor de 15 años y de otra mujer. Ellos pudieron volar desde Bucarest a Barcelona y luego a la Isla. Todos ellos guardan cicatrices de la guerra, psicológicas, que el médico ve reflejadas en sus caras, «ahora ya están aquí, tranquilos, pero sufren, están angustiados por los que dejaron allí, padres, hermanos, luchando, se comunican por las redes sociales», afirma.
Los tres menores ya han presentado su solicitud de escolarización en centros concertados de Ciutadella. La guerra ha hecho que su vida cambie de un día para otro, «han llegado con lo puesto, con una mochila», relata su anfitrión, «y es gente que allí vivía bien».
La lista de agradecimientos de Pau Lluch para poder acoger a estos refugiados es larga: la notaria Teresa Castillo, el Ayuntamiento, el centro de salud, Cruz Roja, la Policía Nacional y el instituto en el que han tramitado documentación. «Todos me demuestran la solidaridad y el compromiso que hay en Menorca contra una situación inaceptable», concluye.