«Empecé a intentar conseguir la cita para el DNI en octubre, tardé un mes en obtenerla y me la dieron en enero, un desastre». Es el caso que narra en primera persona Antònia Pons Salom, indignada con las dificultades que, como otros usuarios, ha encontrado para realizar un trámite esencial después de haber extraviado su billetera.
Primero lo intentó a través de un número de teléfono que aparece en la página de la red para obtener la cita. «Cuando llamas te dan otro número al que debes volver a llamar pero ese te indican que no existe», explica la afectada.
Tampoco es sencillo hacerlo de forma telemática para gente de una edad avanzada al no estar familiarizada con el uso de internet, «al final me tuve que espabilar y cuando parecía que lo iba a conseguir tras obtener el código resulta que no era correcto. Así lo intenté durante varios días, incluso me ayudó una amable policía que tampoco pudo conseguirlo, hasta que unos días después, por la noche, volví a intentarlo desde casa y esta vez la obtuve». La cita le ha sido concedida para principios de enero, tres meses después de que iniciara la tentativa para lograrla, afirma.
Antes intentó que le atendieran personalmente pero en la oficina de documentación le indicaron que solo podía hacerse con cita previa. Pidió entrevistarse con un superior de los funcionarios y estos la derivaron al jefe de la Comisaría. «Pero como no estaba, ni tampoco me dijeron quien le sustituía, lo único que me permitieron fue poner una queja por escrito». Ahí su indignación fue todavía mayor «por el estado tercermundista de las dependencias policiales. «No había ni una mesa, tuve escribirla sobre una silla, en una pequeña sala llena de gente».
Pons Salom lamenta el trato que da «el Ministerio del Interior a los mayores». Pudo viajar con una fotocopia de la denuncia sobre la desaparición de su DNI, «pero es injusto que haya tantas trabas o que la gente que viene de vacaciones lo tenga más fácil para renovar la documentación que los que vivimos aquí».