En los 70 años de historia de Pons Quintana, la empresa de calzado se ha esforzado por mantener unos «valores perdurables», tomando como ejemplo a su impulsor primero, Santiago Pons Quintana, con empuje y ganas de emprender, y siempre «con responsabilidad», con quienes colaboran con la empresa y con el entorno y el legado que han heredado.
De este modo se refería Santiago Pons-Quintana Sugrañes al espíritu que subyace en su empresa desde los inicios. Algo que hacen «manteniendo la calidad del diseño y del producto, manteniendo el know how, la identidad, a la vez que se pone énfasis en la eficiencia».
Los relevos generacionales que ha habido en estas siete décadas no han sido «solo en la dirección, sino también en todos nuestros equipos». Porque, insistió, Pons-Quintana «somos una empresa pequeña, pero con un potencial global muy importante», y siempre sin dejar de ser «familiar y profundamente de Menorca».
En 1953, Pons Quintana inició su faceta exportadora en Islandia y ya «forma parte del ADN» de la compañía, cuando tiene presencia en «unos cuarenta países y más de un millar de puntos de venta en todo el mundo».
Con todo, los retos de futuro pasan por seguir siendo competitivos, a través del diseño y la calidad de sus zapatos, estando siempre a la moda y sabiendo transmitirlo a los clientes. Así se crea valor, considera el director de operaciones de la marca, quien se fija como retos, además, incrementar las ventas directas, tanto on como off line, con una gestión global, teniendo muy presente que «la sostenibilidad no es una tendencia, es una necesidad», también para una industria local como la suya.