Las puestas de sol en Menorca han pasado de ser un fenómeno natural de extraordinaria belleza —pero sin más trascendencia— a convertirse en un reclamo turístico de primer orden. La expectación es tan alta que lo que debería ser un momento de paz y tranquilidad frente al horizonte deriva en ocasiones hacia el agobio y el mal humor.
Las colas para acceder a entornos naturales como el del Pont d'en Gil en Ciutadella se repiten cada atardecer en verano. En otros enclaves como Punta Nati se ha optado por regular el acceso con vigilantes que evitan el colapso del aparcamiento y un bus lanzadera.
La experiencia se probó el año pasado también en Cavalleria, pero no ha tenido continuidad. El momento mágico de la puesta de sol corre el riesgo de convertirse en una atracción más del parque temático que es la Isla.