¿Cómo se construye el imaginario sexual de los adolescentes? ¿Qué saben de la pornografía? ¿La consumen? ¿Los acompañan sus familias en el proceso de conformar su propia sexualidad? La enfermera y sexóloga Liza Schmitz habló este martes de todos estos temas en la sala polivalente del instituto Pasqual Calbó de Maó y advirtió cómo la «toxicidad que causa la pornografía tiene graves consecuencias sobre la sexualidad de los adolescentes y les lleva a una adultez condicionada».
Entre las consecuencias físicas están la disfunción eréctil, la anorgasmia, el dolor durante las relaciones sexuales, y también resulta dañada la autoestima, lo que lleva a «consumir más cirugía estética, para encajar en esos perfiles del porno», indica la sexóloga, porque les «generan frustración».
La industria de la pornografía «estudia bien cómo acceder» a los más jóvenes, hombres y mujeres por igual «son sus dianas, sabe cómo incidir para que esto se retroalimente y genere consumidores natos», asegura la experta, y aunque este negocio millonario no es nuevo, «el porno de los 70 u 80 no lidiaba con las redes sociales, la IA o la deep web», donde hay «una cultura de la violencia extrema y una mayor cosificación, sumisión y despersonalización de la mujer».
La comisión de salud del IES Pasqual Calbó organizó una charla multigeneracional, en la que participaron profesores, alumnado y familias en un mismo espacio para tratar cuestiones delicadas y que los adolescentes tienden a compartir con sus amistades, pero no con sus padres.
Esa brecha generacional se hace mayor con internet, afirma la sanitaria, especializada en Enfermería en la Infancia y Adolescencia así como en Enfermería Escolar y Sexología. «Internet es una herramienta con la que acceden a más información, más bien desinformación, y también en más cantidad que los adultos, eso hace que la brecha generacional se amplíe, los puentes de comunicación se rompen», explica Schmitz, «y es difícil acompañar a ese adolescente, por eso crear este espacio es necesario». Una conferencia con varias generaciones presentes, distribuidos físicamente y por edades en distintas zonas de la sala, para generar «intimidad de grupo» y utilizar algunos códigos de comunicación que faciliten abrirse a los menores; no es sencillo pero es una vía de «poder llegar a ellos», subraya la sexóloga.
... es cierto que el mundo digital ha atontado un poco a nuestra juventud, a la que le cuesta quizás diferenciar lo que es real de lo que es ficción... pero eso ha pasado siempre... la prueba son estos días, en que muchos van de procesión porque se creen toda esa parafernalia...