Alrededor de 4.000 personas procedentes de todo el mundo han marchado estos días hacia Rafah, la frontera entre Egipto y Palestina, para denunciar la catástrofe humanitaria en Gaza y exigir el fin del bloqueo israelí.
Entre ellas se encuentra un menorquín, que fue retenido en el aeropuerto de El Cairo. Por razones de seguridad, prefiere mantener el anonimato y se comunica a través de una persona de confianza, que transmite su mensaje con claridad: «Siento la obligación de dar voz a una población masacrada ante los ojos del mundo».
De Sant Climent a Rafah
Vecino de Sant Climent, aterrizó en Egipto el pasado 12 de junio con un objetivo claro: unirse a la Marcha Global por Gaza, una iniciativa civil que busca movilizar conciencias y presionar a la comunidad internacional. «No lo hace por heroísmo, sino por dignidad», explica su portavoz. Y añade: «No quería llegar al futuro, mirar a sus nietos y decirles que lo vio todo y no hizo nada».
Consciente de los riesgos, más de 200 personas ya habían sido deportados, preparó su viaje con cuidado: cambió de móvil, eliminó todas las aplicaciones y evitó cualquier rastro digital. Aun así, fue retenido durante dos horas en el aeropuerto de El Cairo tras visar su pasaporte. Al ser liberado, se dirigió con una compañera al hotel y al día siguiente, emprendieron rumbo a Rafah.
Allí, más de mil personas estaban ya concentradas en la zona, vigiladas por un fuerte dispositivo policial y militar. Las autoridades egipcias impidieron el paso y confiscaron los pasaportes. El menorquín y sus compañeros resistieron, reclamando sus documentos y el derecho a seguir avanzando. Por la noche, pero, la policía cargó contra ellos. En ese momento, y siguiendo las directrices de la organización, decidieron replegarse y permanecer en el hotel.
Desde entonces, permanece en El Cairo, pendiente de los movimientos represivos: varios líderes de la marcha han desaparecido, y muchos activistas están abandonando el país. Él, sin embargo, mantiene su posición. Explica que «ha habido una oleada de mensajes gazatíes agradeciendo la marcha» y siente que «el esfuerzo está valiendo la pena por la visibilidad que se le está dando».
Asimismo, desde la distancia, lanza un mensaje: «Desde Menorca se puede decir basta. Cada silencio es un misil más que cae sobre Palestina». Ante lo que califica como «inacción de las instituciones», apela a la ciudadanía: «Se necesita una acción colectiva. Debemos formar parte de esta lucha».
Jordi SintesHamás, pero ya conocemos a los radicales de izquierda... siempre del lado de los malos, es un clásico