Joan Cardona rehace su vida en Barcelona mientras cumple la condena de tres años de prisión por un delito de agresión sexual que siempre negó haber cometido. Tras un largo proceso que concluyó con su ingreso en el moderno centro penitenciario de Lledoners, a 70 kilómetros de Barcelona entre Manresa y Solsona el pasado 18 de abril, Cardona disfruta del régimen abierto desde el 1 de septiembre en el Centre Obert 2, de Trinitat Vella, una de las prisiones más antiguas de Barcelona, ahora solo dedicada a este tipo de presos.
Joan ha conseguido un trabajo en Biobarri, un comercio de productos orgánicos, bio y ecológicos cerca del Arco del Triunfo, propiedad de otro menorquín, y solo acude a la cárcel para pernoctar de domingo a jueves a las 11 de la noche para volver a salir a las 9 de la mañana, lo que no deja de ser una incomodidad. Es el penúltimo paso antes de que cumpla un cuarto de condena dentro de un año que supondrá el fin a su relación diaria con la prisión, aunque siga cumpliendo la pena fuera de ella.
La experiencia hasta ahora en la cárcel le da para afirmar que «es como una mili en la que aprendes a tener respeto y paciencia, a valorar mucho más lo que tienes fuera, a saber que no todo es blanco ni negro y que allí hay mucha gente encerrada porque no tiene otros recursos para estar fuera». Define su ingreso en Lledoners, la prisión que eligió asesorado por su abogada en detrimento de la de Menorca, como «muy complicado durante los primeros 15 días, aunque la adaptación fue bastante rápida». Fueron «mil veces más duros» los dos meses anteriores en los que precisó de tratamiento psicológico cuando supo que se habían agotado todas las vías judiciales.
Joan encontró en Lledoners un centro del que no tiene queja. Allí se ensaya desde hace unos años un modelo de prisión tranquila basado en la convivencia y la responsabilidad, donde los internos se comprometen a participar en un régimen de vida sin drogas ni violencia. «Dispones de los servicios básicos, no tengo nada malo que decir. Los funcionarios me trataron con mucho respeto y humanidad». Eso sí, pidió un cambio de compañero de celda porque no se avenía con el que le asignaron de entrada forjando una buena amistad con el segundo. Ocupó el módulo de los condenados por agresiones sexuales, en teoría uno de los más violentos, «pero yo no vi una situación dura durante mi estancia. Todos los módulos están dotados con bibliotecas y pude estudiar inglés y realizar actividades artísticas».
Continuas entrevistas con educadores, psicólogos, juristas y trabajadora social le permitieron que la Junta de Tratamiento valorara su expediente y le concediera el régimen abierto apenas 4 meses después del ingreso, una situación poco habitual en este tipo de condenas que, sin embargo, se ajustó a la información que sirvió a la familia la abogada contratada, especialista en derecho penitenciario, aunque tuviera que admitir arrepentimiento «porque hay que entrar en el juego», indica. «No tenía antecedentes, observé un buen comportamiento, no tuve problemas con nadie, y además la condena es considerada corta al ser inferior a los 5 años».
Paradójicamente el cambio al régimen abierto y el ingreso en la antigua prisión de Trinitat Vella, en Barcelona, le reportó más complicaciones que beneficios en un primer momento. «Me encontré fuera de la cárcel, con la obligatoriedad de acudir a otra que es muy vieja y está mal preparada, con 8 presos en la misma celda cada noche, y descolocado durante el día, fue un golpe fuerte para mí». Ahora ya está más habituado a la situación aunque discrepa de ella «porque me parece innecesario y perjudicial para uno que rehace su vida tener que ir cada noche a dormir a la prisión a las 11, porque acabo tarde de trabajar y ya no puedo cenar ni me dejan entrar comida».
Dentro de un par de meses Joan podrá disponer, además, de cuatro días de permiso al mes, que bien alineados con los fines de semana le permitirán dejar de acudir al centro de Trinitat Vella durante varios días seguidos. Estas Navidades estará en Menorca, del 23 al 26 de diciembre, «y me hace mucha ilusión para poder agradecer personalmente las muestras de afecto que me ha dado tanta gente durante este tiempo».
Aún inmerso en el cumplimiento de la condena, Joan Cardona, vislumbra el final del largo túnel por el que ha atravesado durante los últimos 5 años. Después de todo admite que «estar interno en la cárcel de Lledoners ha sido de lo mejor que podía pasarme dentro de lo peor de esta situación que me ha tocado vivir».