La tarde de este sábado, con la amenaza de la lluvia presente, comenzó la parte más protocolaria de la fiesta. El reloj ya había marcado las cinco de la tarde cuando Jordi Orell procedió a pedir permiso a la alcaldesa, Montse Morlà, para realizar el primer toque de fabiol de las fiestas. «Visquem-les amb molta il·lusió però també hem de recordari tenir sempre molt clar que quan diuen «No, és no», dejó caer en su discurso el joven fabioler. A lo que añadió: «A sa batlessa vull demanar permís per començar sa festa desitjant que no faci cap tempesta i que per molts anys ho puguem celebrar».
No hubo tempestad, pero sí cuatro gotas que no pasaron de ahí, lo que permitió que la fiesta siguiera su camino, ya con la incorporación a la celebración de los gigantes que bailaron al son de la banda de música. Mientras tanto comenzaba el replec de una qualcada el la que la sustitución anunciada hace unos días del caixer pagès, José Luis Vaquero ocupando el lugar de Juan José Villalonga, no fue el único cambio. Un problema de espalda por parte del caixer capellà Joan Bosco Martí hizo que en última instancia le relevara en el puesto Joan Tutzó.
Pasaban 20 minutos de las seis de la tarde cuando la alcaldesa entregaba el bastón de mando al caixer batle, Miquel Pons Hierro. Una hora después, bajo un cielo cuyos oscuros nubarrones seguían amenazando, los protagonistas de la fiesta llegaban a la iglesia para la celebración de las solemnes completes. El momento más esperado del día estaba cada vez más cerca, y ocurrió a las 20.23 horas, cuando sonaron las primeras notas de un Jaleo que la multitud celebró con entrega y entusiasmo.