Con una cuidada escenografía, marcada por el concepto de reciclaje, y de alguna manera, apuntando al estilo vintage, el Convent de Sant Diego, en Alaior, acogió este viernes la fiesta de celebración del 25 aniversario de Mestral, un proyecto impulsado desde Caritas. Una iniciativa que ha consolidado a la entidad diocesana como un referente en Menorca en lo que se refiere a la inserción de personas en riesgo de exclusión.
Allí se recordó el nacimiento en 1993 de Mestral como una iniciativa de economía social y solidaria que ahora cumple su primer cuarto de siglo de existencia, y que también lucha para la inclusión de los colectivos de personas más vulnerables, que durante todo ese tiempo han sido partícipes de los diferentes talleres con los que se ha fomentado la reutilización y el reciclaje de muebles, electrodomésticos y también mucha ropa.
A modo de homenaje, se ha editado una publicación que bajo el título de «No totes ses deixalles són perdudes. 1993-2018» se presentó en el formato de anecdotario de la mano del presidente de Caritas Diocesana de Menorca, Gabriel Pons Olives.
«Cuando nos planteamos celebrar el aniversario nos dimos cuenta de que era imprescindible dar voz a los que durante todo este tiempo han dado vida al proyecto», explicaba Pons Olives en la presentación del libro que este viernes se repartió entre los asistentes. Un trabajo en el que se recoge el testimonio de quienes en su día pusieron en marcha la iniciativa, pero también el de usuarios, trabajadores, directivos de la entidad y clientes.
Así, en «No totes ses deixalles són perdudes» se recogen las vivencias de hasta 37 personas que, de una u otra forma, han puesto su grano de arena para que Mestral se haya convertido en lo que es, un modelo que sirve como ejemplo a seguir en una sociedad acostumbrada al usar y tirar. Unos testimonios, de extensiones variadas, escritos en primera persona y en los que se ha respetado, al máximo, explican desde Caritas, el estilo de cada uno de los participantes.
El ejemplo de la ropa
El mercado de la ropa, en el que el proyecto Mestral se ha centrado de una forma especial en los últimos tiempos, concretamente desde que en 2013 repartieran por todos los municipios de la Isla 40 contenedores de recogida, se ha convertido en un ejemplo perfecto de las consecuencias de lo que se denomina fast fashion (moda rápida). En ese sentido, explica una de las responsables del proyecto, Gemma Casas, que en los últimos años se ha notado la irrupción en la Isla de un mayor número de franquicias: «La ropa que reciclamos cada vez tiene menos calidad», reconoce.
En 2017, por Mestral pasaron alrededor de 350 toneladas de ropa, de las que poco menos de un 10 por ciento se destinó a las tiendas de segunda mano de Mestral. El resto fue enviado a Barcelona, donde una parte de ese género también se comercializa o directamente se recicla. El volumen que recogen anualmente es más o menos estable, con dos picos que coinciden siempre con los cambios de armario, en torno a abril y noviembre, y con una abrumadora mayoría de la ropa femenina, que representa el 80 por ciento.