En torno a las cinco y media de la tarde de este sábado, con algo de retraso sobre el horario inicialmente previsto, el «Astral», el buque insignia de Open Arms, la organización no gubernamental española dedicada al rescate de personas en el Mediterráneo, entraba por la bocana del puerto de Maó. Lo hacía ante el aplauso espontáneo de las personas que se encontraba en la zona de Sant Felip como reconocimiento a la labor humanitaria que vienen desempeñando durante los últimos años.
La razón de la visita a Menorca no estaba inicialmente planificada. Ya sobre tierra, el fundador y presidente de la ONG, Óscar Camps, informaba de que la decisión de recalar en Menorca estuvo motivada porque había enlazado dos fuertes temporales durante las últimas 48 horas, «el segundo de ellos durísimo». Además, el equipo venía de 16 días de navegación sin escalas.
La embarcación, que cuenta con 50 años de historia, ha sufrido algunos desperfectos, pero ninguno de ellos grave. Así, si las condiciones lo permiten está previsto que hoy mismo el «Astral» zarpe con rumbo a Barcelona. Allí se procederá a un cambio de tripulación para volver a navegar lo antes posible, señalaba ayer Camps, ya que tienen mucho trabajo que hacer.
De hecho, el pasado 5 de febrero rescataron en aguas internacionales una pequeña barca hinchable a la deriva con 45 personas hacinadas, 43 hombres y dos mujeres, una de ellas embarazada, que llevaban tres días abandonadas en el mar desde que salieron de las costas libias. Después de avisar a las autoridades de la zona, fueron transferidas a una embarcación de la guardia costera italiana y trasladadas a la isla de Lampedusa. Actualmente, la otra embarcación de la ONG, el «Open Arms», tiene a bordo otras 150 personas rescatadas.
En ese sentido, recordaba ayer Camps que «sigue muriendo mucha gente en el mar y se siguen haciendo muchas devoluciones en caliente». Algo que sucede, asegura, «en connivencia con la propia Unión Europea, Frontex y grupos armados libios a los que no podemos llamar guardacostas y que se ocupan de interceptar pateras en aguas internacionales y devolverlas a un país en guerra». Por otra parte, Camps reconoció que estaban «encantados» de estar en Maó y honrados por «el emotivo recibimiento».