Saben las gaviotas la hora y el lugar al que han de acudir cada día para disfrutar de un buen almuerzo. Es gratis y ellas tienen libertad, definida por Spinoza como lo más apreciado y lo más dulce, que en términos bastardos se concreta para estas aves de nuestros mares en los restos de pescado que ese camioncito recoge de la Plaça del Peix de Ciutadella.
Conocen el ritual que lo traslada hasta el punto de encuentro de la flota de vehículos dedicados a la recogida de basura y la limpieza urbana en el polígono de la ciudad.
Nacidas pescadoras, estas aves han aprendido luego a coexistir en los hábitats humanos, donde encuentran más nutrientes y más facilidad para hacerlos suyos en la cadena de gestión de los desechos. Es otra manera de colaborar en la sostenibilidad a la hora de gestionar los residuos que producimos, se lo quitamos del mar y ellas lo cobran viajando en comando al estilo de una ‘ecotasa'.