Menorca inició ayer, con el Domingo de Ramos, las celebraciones y los oficios del ciclo litúrgico de la Semana Santa, que concluirán el Domingo de Pascua de Resurrección. Las cofradías y hermandades ya han preparado su participación en las actividades que se celebran en las parroquias de la Isla. Ayer, las primeras procesiones recorrieron el centro urbano de Ciutadella y Maó.
En la capital eclesiástica los fieles se congregaron en la iglesia parroquial de Sant Francesc, donde el obispo electo, Gerard Villalonga, acompañado por los presbíteros Josep Manguán, Florenci Sastre y Joan F. Camps, bendijo las palmas y los ramos. A continuación se organizó la procesión hasta la Catedral, que contó con la participación de la cofradía Hosanna, de la parroquia de Sant Rafel, con los portadores que llevaron el paso que representa la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos.
También intervino la Capella Davídica, que interpretó los cantos litúrgicos durante el trayecto desde Sant Francesc a la Catedral y durante la Eucaristía posterior.
Dos lecturas distintas
En la homilía, el nuevo prelado de la Diócesis -cuya ordenación episcopal tendrá lugar el próximo 22 de abril en la Catedral- manifestó que la celebración del Domingo de Ramos «nos sitúa ante la historia de la pasión, muerte y resurrección de Jesús». Indicó que aporta dos lecturas.
En primer lugar, la historia que escriben los hombres, o sea, un proceso judicial que culmina con una sentencia de muerte, que es ejecutada en el Gólgota. La segunda lectura consiste en la historia que escribe Dios, que Villalonga Hellín describió como «este gran misterio del amor de Dios hacia la humanidad al enviarnos a su Hijo, y la obediencia filial de Cristo para llevar a cabo la gran obra de la reconciliación».
El obispo electo pidió que «la contemplación de este misterio conmueva a los seguidores de Jesús en Menorca y que el Espíritu Santo suscite entre nosotros una respuesta de fe». Lo resumió en «aquel que ofreció libremente su vida por amor, para salvarnos, constituya el ejemplo para hacer de nuestras vidas una ofrenda y una donación total de nosotros mismos en favor de todos, y en especial, de los más necesitados».
Pidió que «Dios escriba su historia en nuestras vidas, seamos dóciles al Espíritu como lo fue Jesús, y esta Semana Santa lo acompañemos en el dolor, con la esperanza de participar también en su resurrección gloriosa».
Concluyó Gerard Villalonga esta homilía con una afirmación rotunda: «Jesús no ha fracasado, porque su muerte es la expresión de la gran y definitiva historia del amor infinito del Padre y el Hijo hacia la Humanidad».