Entre los standards más populares del jazz hay uno especialmente conocido. Estamos hablando de «It Don't Mean a Thing (If It Ain't Got That Swing)», que podría traducirse por algo así como «no significa nada si no tiene ese swing». El swing, además de un estilo musical, es también un término que se utiliza para referirse a ese intérprete dotado con una sensación rítmica especial. Y gracias a iniciativas como el Menorca Lindy Exchange, podemos afirmar que la Isla sí que tiene swing, y mucho.
Tras cinco días de intensa actividad, el evento, que forma parte del Menorca Jazz Festival y que gira en torno a la cultura del lindy hop (un baile swing popularizado hace un siglo), clausuró el domingo otra exitosa edición. Un programa repleto de actividades para el que se vendieron a lo largo de todo el fin de semana (con puente incluido) cerca de mil entradas y que contó la asistencia de más 300 personas a una de sus fiestas nocturnas. Participaron además cinco bandas, 47 músicos y 2 DJ's.
Los números sirven para confirmar una vez más la consolidación de un proyecto que suma ya cinco ediciones y que ayer mismo ya se puso manos a la obra con la planificación y la reserva de espacios para la convocatoria de 2025. Este año prácticamente dos tercios de los asistentes vinieron de fuera: muchos participantes de la Península y con una notable presencia de bailarines extranjeros, llegados de Francia, Inglaterra o México, entre otros países.
Desde Jazz Obert, la entidad organizadora, una de sus responsables, Sandra Díaz, destaca el reconocimiento internacional que está ganando el encuentro, aupado por formar parte de una plataforma global como Swing Planit, en la que se informa de citas similares alrededor del mundo. «Queremos dinamizar Menorca e informar de lo que ofrece, creemos que es una cápsula que funciona muy bien a nivel turístico», apunta Díaz.
«La gente socializa, ya que con cada canción cambias de pareja, es realmente divertido», recalcan desde la organización, que destaca el hecho de que es un encuentro para disfrutar en el que no importa el nivel de los participantes, ni tampoco la edad: en la última edición hubo asistentes desde los 20 años hasta algunos que superaban los 70. Y es que el Menorca Lindy Exchange es una especie de minifestival dentro de otro gran festival, en el que además de espacio para la música y el baile, también lo hay para «el turismo y la gastronomía», y se da voz a proyectos locales, como este año hicieron con Menorca Starlight.