Reto cumplido. Jordi Segura Delgado, catalán de 40 años con residencia en Menorca, ha conseguido cubrir los alrededor de 190 kilómetros de senda que comprenden el legendario Camí de Cavalls... ¡en abarcas!
«Es el calzado típico de aquí, que he usado toda la vida… llevaba algunos años madurando la posibilidad de llevar a cabo este desafío, y aunque la gente me decía que la abarca no aguantaría, sí ha sido posible», relata de inicio nuestro protagonista, que se atavió de un par de la firma Castell Menorca y en alusión a lo que motivó una aventura que enhebra deporte, cultura y tradición, que emprendió el pasado 14 de agosto y fragmentó en cuatro tramos para un crono total de 43 horas, 24 minutos y un segundo.
La partida ocurrió a las 5.10 horas del citado día 14 desde el Camí de sa Farola de Ciutadella, hogar en territorio insular de nuestro protagonista, que trazó su recorrido en dirección norte. Pont d’en Gil, Faro de Punta Nati, Ets Alocs… quedaron sucesivamente atrás hasta alcanzar Cala Tirant, que determinó la consecución del primer tramo (y un total de 51,2 kilómetros). También el más duro, según confiesa Segura. «La temperatura llegó a alcanzar los 39 grados, sin sombra… llegué hasta mareado, sin fuerzas». Aunque abandonar «nunca» fue una opción.
Segundo tramo
El recorrido entre Cala Tirant y Punta Prima, el 15 de agosto, determinó el segundo tramo (61,4 kilómetros); de Punta Prima a Son Bou el tercero (30,4 kilómetros; que hizo el día 20) y el cuarto y último unió el día 21 Son Bou y Ciutadella, vía Cala Blanca (53,6 kilómetros). En parangón al primer día, trazados diríase más ‘amables’, aunque en ningún caso exentos de esa dosis de exigencia inherente a un reto de este calibre.
«Físicamente se hizo duro, pero también en el aspecto mental, si bien he disfrutado mucho todo lo vivido, la etapa nocturna, además en una noche en que no había ni brizna de aire… las estrellas, las luciérnagas y esa paz absoluta... fue increíble», prosigue Segura, que en ese sentido pone en valor la conexión que pudo alcanzar con la fauna y la naturaleza. Con el hábitat menorquín en estado puro en suma.
Otras dificultades afloraron, como el castigo que significó tamaña ‘paliza’ para sus pies. No en vano, no destaca la abarca por ser un calzado precisamente recomendable para marchar sobre terreno tan inhóspito y sinuoso como el que alberga el mítico camino que circunvala la Isla por su litoral. «Se me complicó un callo del pie izquierdo, que se infectó, pero en cada avituallamiento me hacía unas curas, me limpiaba, me cambiaba el calcetín... y a seguir. Terminada la vuelta, me prescribieron un antibiótico y ya estoy recuperado». Significar, en ese sentido, otra de las claves para satisfacer su meta; recurrir a calcetines que enfundaban los cinco dedos, pues tanto la media clásica como los pinkies le escaldaban un exceso.
La ingesta de líquido fue otro factor esencial para combatir el cansancio y las elevadas temperaturas. Y en cuanto al alimento sólido, Segura, que portaba siempre dos litros de agua encima (consumió un total de 38, restituyendo el depósito en cada detención), se valió de pequeños sándwiches «que me preparaba mi mujer» y de mucha fruta. Pastillas de magnesio y de sales minerales complementaron la dieta.
Asimismo, la moral que le inyectaron algunos de los transeúntes con los que se cruzó y le reconocieron, especialmente desde Punta Prima a Son Bou, segmento del trayecto que encontró más concurrido, a diferencia de los otros tres, contribuyó a alimentar el aspecto anímico.
En definitiva, una aventura de resistencia y convicción, de final feliz y que, según asevera nuestro propio protagonista, carece de precedentes; la vuelta al Camí de Cavalls en abarcas.
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