Yasmin Rodrigues vio cumplido en septiembre uno de sus sueños. Participó en las semifinales y la final del famoso concurso America’s Got Talent con la formación de baile Team Recycled. Natural de Brasil y de 24 años, desde los diez reside en Menorca.
Empezó a bailar con 16 tras haber probado otros deportes. «Siempre había música en casa y veía a mi familiar bailar», explica. Sus docentes le apuntaron que tenía cualidades y que podía progresar. A los 17 años salió a Barcelona para estudiar un grado superior de Gestión de Ventas, pero no se encontraba del todo a gusto con este proyecto vital.
«No quería vivir para cumplir con las expectativas de los demás». Una etapa vital dura y una conversación con una profesora le llevaron a decidir que quería ser artista. Con el apoyo de su familia se formó para ello en Barcelona durante dos años y acto seguido se dedicó a viajar por el mundo para formarse, trabajar como profesora «y crecer como artista».
¿Cómo surgió la oportunidad de participar en America’s Got Talent?
-Por una amiga que conocí en un campamento de baile en Polonia. Vivía en Madrid, me mudé allí y conectamos mucho. Le salió una oportunidad para hacer un casting para estar en el grupo de Berlín Team Recycled, de la escuela Flying Steps Academy, para ir a bailar a América’s Got Talent. Hicimos el casting juntas on line y nos cogieron.
Al mes nos fuimos a Berlín, nos preparamos allí todo el mes de agosto con el grupo, muchas horas de ensayo en la escuela Flying Steps. Y en septiembre fuimos a competir. Ellos ya habían ido a principios de año a presentarse, y pasaron a la semifinal, y buscaban a más personas para formar parte del grupo, y fue cuando entramos nosotras.
¿Cómo fue la experiencia?
-Sin duda una de las más increíbles de mi vida, todavía no tengo palabras para explicarlo. Es un sueño, algo que ves desde pequeña en la tele, y de repente un día estás allí rodeada de personas maravillosas. Mucho aprendizaje en todos los sentidos, artística, personal y, desde luego, espiritualmente.
¿Qué nivel encontró? ¿Más o menos del que pensaba?
-Había mucho nivel en general, era todo lo que me esperaba, las expectativas eran muy altas y desde luego se cumplieron todas.
Ha recorrido muchos países últimamente. ¿Qué aporta esta movilidad a una bailarina?
-Llevo un par de años viajando mucho, y eso es algo que como persona te aporta mucho. Conoces y conectas con mucha gente, te nutres de diferentes culturas, es muy enriquecedor. Una vez leí un libro, «El camino del artista», y en él algo que me marcó mucho. Dice así: «Tu lado creativo es como un niño pequeño, tienes que sacarlo a pasear, que tenga nuevos estímulos». Y es algo muy real, porque cuando sales al mundo ves cosas a las que no estás acostumbrada a ver y eso nutre mucho tu arte y creatividad. Claramente, también hace que crezcas mucho, es un aprendizaje muy necesario.
¿Piensa dedicarse profesionalmente al baile?
-Sí, si Dios así lo quiere. Mi vida cambió hace un año, tuve un encuentro espiritual con Dios, y desde entonces mi propósito es llevar luz al mundo con los dones y talentos que he recibido. El baile desde luego es uno de ellos, y por ahora me dedico a esto, pero me gustaría combinarlo con otras ramas artísticas en el futuro.
Salir de Menorca no debió ser fácil. ¿Por qué se decidió? ¿Cómo lo vivió su familia?
-Al principio les costó la idea de dejarme ir a estudiar fuera a los 17 años. Con el tiempo lo fueron entendiendo y siempre apoyándome. Desde que me fui siempre he vuelto en verano y vacaciones para pasarlo en familia. Cuando empecé a viajar por el mundo a mis 20 años, ellos se preocupaban mucho, porque siempre he ido o sola o con alguna amiga.
«Mientras mis amigos salían, yo solo trabajaba con el propósito de ir a viajar y bailar»
Con el tiempo se han ido acostumbrando, aunque siempre están muy pendientes de que esté bien. ¡Los padres nunca están tranquilos del todo con su hija por allí! Aunque ellos saben que siempre hago muchos amigos que me cuidan mucho.
Lo ha compaginado con otros trabajos y estudios. ¿Es duro? ¿Vale la pena?
-He trabajado como camarera los veranos en Menorca desde que me fui hasta 2023. Ese fue el año que empecé a viajar. Estuve en dos lugares a la vez desde julio hasta noviembre. Trabajé dos de esos meses 16 horas al día. Mientras mis amigos salían y quedaban, yo solo trabajaba con el propósito de ir a viajar y bailar. Lo hice, y al año siguiente volví a trabajar en Irlanda unos meses como técnica de autobuses actualizando el software, porque quería tener un extra para seguir bailando y viajando.
«Cuando sales al mundo ves cosas a las que no estás acostumbrada a ver y eso nutre mucho tu arte y creatividad»
He sacrificado muchas cosas por el baile. También he tenido el apoyo de mis padres cuando me hacía falta. Haber trabajado en otras cosas me ha ayudado mucho a aprender a valorar las cosas, y sobre todo a ser humilde, a desarrollar ese lado más social, que es a lo que te obliga cuando trabajas cara al público. Agradezco cada trabajo que he hecho, porque me ha dado mucho como persona, y conexiones y vivencias muy bonitas.
Recomienda el baile para...
-Es una profesión muy bonita, porque el baile fue lo único que me hizo ser una persona constante y con disciplina. Antes de eso siempre fui un desastre, no significa que ahora sea perfecta. Pero desde luego que me cambió por completo. Me hizo indagar en mi interior, conocerme más, aprender a expresarme y entender muchas cosas.
También hay otro lado de la danza, que es muy sacrificada, es un mundo muy exigente donde hay mucha comparación, mucha demanda también. Tienes que trabajarte mucho para tener una mente fuerte y buenos hábitos, sobre todo importantísimo es el entorno del que te rodeas. Eso hará mucho. Hay lugar para todos, solo hay que encontrar el tuyo.
Por otro lado, el baile me ha llevado a lugares donde jamás me hubiera imaginado, conocer personas maravillosas, y también a conectar con ese lado espiritual. Hoy en día, sigo a Jesús, y eso ha cambiado por completo mi danza, mi arte y mi persona. Desde luego que esto solo es el principio.