Carcomido por los movimientos que observa a su alrededor, Lluís Vidal disparó inesperadamente contra equipo y entorno al término del partido que su equipo perdió el jueves frente al Gavà. Enojado por la tercera derrota consecutiva el entrenador del CD Menorca juvenil cargó la escopeta y distribuyó la munición para padres, jugadores, y, en mensaje subliminal, directivos del club.
Fue una diatriba propia de un entrenador que ha coloreado su curriculum con una personalidad avasalladora de la que han brotado declaraciones periodísticamente fantásticas porque escapan de los cansinos tópicos pre y post partidos. Normalmente Vidal dice lo que piensa admitiendo, en ocasiones, que no siempre piensa lo que dice.
El discurso que nos ocupa fue premeditado, según reveló al día siguiente en este diario. Buscaba Vidal un golpe de efecto en el vestuario de estos dieciochoañeros instalados en una nube ficticia a partir del buen arranque liguero en una categoría desconocida. Si estuviéramos en baloncesto diríamos que el entrenador provocó la técnica para cambiar la dinámica del arbitraje y del partido.
En este caso, sin embargo, existe el riesgo de que las palabras del experimentado entrenador puedan asociarse más a las de un bombero que pretende apagar el fuego con líquido inflamable. Las brasas están encendidas y en cualquier momento puede desatarse el incendio que le desaloje del banquillo. por la fractura abierta después de hacer públicos sus pensamientos. El 8-2 de Zaragoza es otro golpe a la moral.
Lluís Vidal es veterano. Jalona su trayectoria con un buen puñado de éxitos en los banquillos menorquines. Que exista presión en el entorno es tan viejo como el propio fútbol. El Menorca, 'su' Menorca, transita incluso por encima de lo esperado hasta la fecha. Si el único problema es el entorno, que lo olvide y siga adelante.