A Ryanair deberían hacerle un homenaje, me comentaba un político local hace unas semanas. Ya no estamos a tiempo. Ha dejado de volar a Madrid, el primer fruto de la declaración de Obligación de Servicio Público. Estaba en el cielo y se ha ido al cielo.
Esta compañía irlandesa ejemplifica el espíritu de contradicción de los menorquines. Por una parte, practicamos el deporte de la crítica con excesiva alegría. Nos hemos sumado a quienes han puesto a Ryanair en el centro de la diana, sin valorar que ha estado ofreciendo comunicaciones, con escasas comodidades, es verdad, a un precio muy competitivo. Por tanto, sin necesidad de subvenciones ha estado respondiendo a las demandas insulares en materia de transporte aéreo. Nos hemos dedicado a interpretar las intenciones -busca el monopolio para controlar la ruta- y nos hemos olvidado de los hechos: ha mantenido la ruta con Madrid cuando nadie más lo hacía y después de que quien la tiene ahora en exclusiva hubiera renunciado a ella por falta de rentabilidad y descenso de la ocupación.
Yo no creo que a Ryanair debamos rendirle un homenaje, como tampoco hará falta darle subvenciones, prefiero pensar que realmente tiene interés comercial por el transporte de menorquines a la Península. La compañía no es el enemigo, como diría Gila, y debemos ser capaces de ver en su presencia en el Aeropuerto de Menorca una oportunidad. Antes, nos movía la queja por el asunto de las maletas y las ensaimadas, ahora, sin embargo tenemos un problema. Damos un paso adelante, la OSP con Madrid, y otro atrás, la pérdida de los buenos precios de Ryanair. ¿Hacia dónde vamos a dirigir la queja ahora? ¿A Air Nostrum? Quizás lo que falla es el sistema 'perverso' de descuento de residente y sobre todo la falta de soluciones, políticas a la doble insularidad.