No se puede explicar la historia del fútbol contemporáneo insular sin atender a la dimensión de Lluís Vidal. Dos ascensos a División de Honor juvenil, varias permanencias harto comprometidas en Tercera con el Sporting Mahonés en la época de menos recursos, dos con el CE Alaior, un título de Liga Regional con la UD Seislán y, como nota insigne, el único entrenador menorquín que ha clasificado a un equipo para la promoción de ascenso a Segunda División B como hizo con el Sporting Mahonés en dos ocasiones.
Hablan los resultados, no las simpatías ni las antipatías que promueve por igual este técnico mahonés adusto, severo y de acusada personalidad. Ningún otro entrenador observa tan meritoria hoja de servicios, solo emborronada por una destitucion en el Isleño juvenil y otra en el Alaior en 25 años de ejercicio.
Bajo su batuta, más allá de ese carácter que le hace distante, en ocasiones, Vidal puede adornar este año su excelso palmarés con otra consecución inédita en Es Mercadal donde flirtea con los cuatro primeros clasificados en una temporada que el tiempo pondrá en su justo valor.
Si Vidal hubiese tenido mayor determinación para salir de la isla o cuidado mejor las relaciones públicas y el compadreo que imperan en el planeta fútbol, su aptitud y le habría conducido, sin duda, al profesionalismo en una categoría superior. Como contrapartida el fútbol menorquín ha podido beneficiarse de él, porque Vidal es el mejor entrenador de la Isla. No es un juicio abstracto, lo dicen sus logros.