La periodista Lenore Skenazy se ganó hace poco el calificativo de «peor madre de América». Su pecado fue dejar que su hijo de nueve años viajara solo en el Metro de Nueva York. Le dio un mapa, dinero de más para algún imprevisto y monedas para llamar por teléfono. Esta mamá promueve un movimiento que cuestiona la sobreprotección a los hijos. Sus opiniones han generado un encendido debate que vuelve al plano de la actualidad a causa del último informe PISA que concluye que los jóvenes españoles tienen serias dificultades para la resolución de problemas de la vida cotidiana. Resulta que la generación de nativos digitales se mueve a la perfección en el manejo de las nuevas tecnologías (a ver quién les gana en un partido de FIFA) pero se manejan mal a la hora de porner en marcha una aspiradora o un termostato de aire caliente o calefacción.
Aquí en Balears, en pleno debate político del TIL, se corre el riesgo de perder la perspectiva de lo que es la esencia de la educación. Si a los deficientes resultados sobre los conocimientos en matemáticas, ciencias y lectura, recalcados por el informe PISA, añadimos ahora un suspenso en la vida real tenemos un problema añadido: que los estudiantes está pésimamente preparados para enfrentarse a la vida real.
Ambas conclusiones ponen sobre la mesa una realidad, que según el responsable de Educación de la OCDE, Andreas, Schleicher, en los tiempos que corren «el siglo XXI requiere un enfoque distinto de la enseñanza», añadiendo que «la economía mundial no se centra en lo que se sabe, sino en lo que se puede hacer con lo que se sabe».
Lo que está claro es que algo se está haciendo mal desde el ámbito educativo y también desde las familias, lo que requiere «un cambio radical» en la docencia, lejos de enfrentamientos políticos.
La realidad es la que es y merece una reflexión. Por cierto, la pregunta ¿cómo funciona esto? se refiere, por ejemplo, a cómo manejar una lavadora.