La frase destacada esta semana en nuestra contraportada, pronunciada por el presidente del Club Volei Ciutadella es, objetivamente, cierta. Ha sabido la entidad de poniente adaptarse a las circunstancias en la época de depresión manteniendo el equipo a flote con dignidad. Atrás quedaron aquellos dos presupuestos generosísimos que transformó en los dos títulos de Liga, pero la menor cuantía de recursos no le desalojó de un campeonato que perdió estrellas e interés en algunos equipos que no tenían el más mínimo nivel para militar en él. Por eso no le falta razón a Andreu Hernández cuando proclama que el club se ha ganado el sitio en el que está porque otros desaparecieron o desistieron. El Ciutadella amagó pero aguantó y ahora consolida su posición a medida que crecen las subvenciones alejadas aún de las que percibió cuando fue campeón, pero suficientes para que soporten gran parte de su presupuesto, un hecho que genera discrepancias porque no concuerda con el mensaje vertido por la clase política que manda desde hace tres años.
Estamos ante el único equipo menorquín que disputa un campeonato nacional femenino máximo, es decir, que pasea su nombre por muchas capitales españolas. Ese argumento le ha valido la sponsorización del Consell para promocionar un producto de la tierra. Se trata de una plataforma apta para que las pisadas de las avarcas suenen más allá de nuestro perímetro pero lo sería aún mucho más si esta Superliga tuviera una repercusión mediática a tono con su nivel, de la que carece.