El colectivo que forman los
voluntarios de la Isla del Rey, tiene como es fácil imaginar, un
componente cultural importante que compagina con otros de carácter
social o ecológico, presididos siempre por un respeto y cariño por
Menorca en general y por el Puerto de Mahón en particular. Y yo
destacaría una virtud bien asentada en el: no es un colectivo
envidioso; nos alegramos del éxito de otros; nos unimos a ellos
intentando hacer piña y reforzar lazos de cooperación que
deberían conformar nuestra sociedad, hoy dividida y poco
cohesionada.
Frecuentemente salimos de la Isla del Rey para conocer lo que se hace en otros lugares, para valorar otros esfuerzos, para comprobar que no somos ni mucho menos los únicos que aportamos algo. Este mismo domingo lo pudimos comprobar con los voluntarios de Vidalba y no hace dos semanas con las incansables de Alba.
Esta vez nos fuimos a Santa
Ponsa, allá por el camino de Torre Solí en el término municipal
de Alaior. La histórica finca, construida sobre una torre medieval,
constituye una excelente muestra de la arquitectura agraria
tradicional de la Isla. El "lloc" se ha convertido hoy en un
prestigioso agroturismo, olvidando los años de abandono en que se
encontraba antes de 2016. Allí nos aguardaba su directora Sonia Pons
Vidal, menorquina por los cuatro costados, ausentes los promotores de
la instalación Guillaume Foucher y Frédéric Biousse.
El lugar alberga una larga y
bella historia desde los tiempos de pertenencia a la familia
Taltavull, unos emprendedores menorquines que acometieron en nuestro
puerto la labor de ir adaptando progresivamente la vela al motor. De
ahí vino su interés por recuperar mascarones de proa
característicos de los barcos de navegación a vela. Los actuales
promotores han podido rescatar uno de ellos, perdidos o destruidos
los otros por manos desconocedoras de la historia o poco sensibles a
su procedencia.
La finca de 92 hectáreas,
que desciende escalonada hacia el Barranco del Reloj es de una
singular belleza y las canalizaciones de recogida de aguas
aprovechando desniveles, extraordinarias. Todo se ha restaurarlo y
puesto en valor por los promotores contando con técnicos
–arquitecto y arqueólogo- menorquines. El resultado es
excelente: 28 de sus hectáreas se dedican al cultivo de la vid,
olivo y plantas aromáticas.
Quedaba en nuestro recuerdo la
exposición que hicieron los promotores en el último Foro Isla del
Rey celebrado en Agosto. Allí con valentía expusieron los
problemas que tuvieron que sortear durante años debido a esta
extraña interpretación que confunde proteger con prohibir.
Esperamos que estas críticas no hayan caído en saco roto, asumiendo
que ciertos personajes se vengarán –y este es el miedo de
arquitectos, constructores y promotores- pero otros con sentido de la
responsabilidad sabrán analizar el porqué de tanta demora, la
inseguridad jurídica debida a tantos cambios legislativos y sabrán
asumir las críticas positivas buscando soluciones.
Desde luego Santa Ponsa es un
ejemplo de respeto a la naturaleza, homenaje a una agricultura con
futuro, a la pared seca y al aprovechamiento de pluviales. No tengo
la menor duda de que lo invertido -el gusto por lo bien hecho tiene
un coste- dificilmente se compensará con beneficios inmediatos.
Todo pudimos comprobarlo la
cincuentena larga de voluntarios de la Isla del Rey que la visitamos
el pasado día 18. Y obligado es que valoremos y agradezcamos lo que
personas –no necesariamente nacidas en la Isla- se esfuerzan por
impulsar nuestra vida económica: 70 puestos de trabajo lo
atestiguan.
Reconozco que Santa Ponsa nos
produjo sana envidia. La que estimula, la que incentiva, la que
valora el esfuerzo y el trabajo bien hecho; la que nos obliga a
reconocer los méritos del otro.
Desde la Isla del Rey, les
deseamos suerte.
Luis Alejandre Sintes
Presidente Fundación Hospital
de la Isla del Rey