¿Cuántas mujeres anónimas fueron grandes lectoras en su juventud y luego al casarse solo pudieron dedicarse en exclusiva a las tareas del hogar? Creo que en el pasado hubo muchas de estas personas y el retrato de una de ellas lo encontramos en Sóniechka, de la escritora rusa Liudmila Ulítskaya.
Se trata de una novela escrita en 1995, cuando la autora, bióloga de formación, todavía residía en Moscú. Hoy en día Ulítskaya reside desde marzo pasado en Berlín donde se ha exiliado por su oposición a Putin y el peligro que supone ser disidente en la Rusia actual. Sóniechka fue traducido al castellano por Marta Rebón en 2007 y ahora oportunamente aparece en una segunda edición después del impulso que ha recibido la obra de la escritora al ser galardonada este año con el Premio Formentor de las Letras.
Con una extensión de poco más de cien páginas es una novela breve que puede leerse casi de un tirón. A pesar de su brevedad consigue trazar una amplia radiografía de la vida de la protagonista y su entorno, y al propio tiempo hacer un pequeño retrato del mundo soviético y de las azarosas existencias de quienes lo padecieron.
“En su juventud -escribe Ulítskaya- Sóniechka atesoraba para la lectura un talento excepcional, tal vez una suerte de genio. Su capacidad de respuesta a la palabra impresa era tan grande que los personajes de ficción estaban a la par de las personas de carne y hueso, parientes y amigos, y el sufrimiento sublime de Natasha Rostova junto al lecho del moribundo príncipe Andréi era tan auténtico para ella como el dolor desgarrador de su hermana cuando perdió a su hija de cuatro años en un estúpido descuido”.
De repente todo cambiará cuando en la biblioteca donde trabaja, la joven conoce al pintor Robert Víktorovich, «el más feliz de los desventurados», que suma a sus espaldas numerosos viajes por Europa y varios años de reclusión en un campo de trabajo soviético. No tardan en casarse y ella se convertirá en una abnegada esposa dedicada a cuidar a su marido y su hija Tania y a las tareas caseras.
Sóniechka es pues la historia de muchas mujeres que con su matrimonio se convirtieron en esclavas de su hogar. Pero a la vez es una historia particular llena de peripecias en la que seguimos no solo sus propias vivencias sino las de su familia y como una cámara de eco de la historia de Rusia.
La calidad y belleza poética de este libro no pasó desapercibida en Francia donde 1996 obtuvo el Premio Médicis a la mejor novela extranjera.
Sóniechka
Liudmila Ulítskaya
128 páginas