A finales de 2024, la Fundación del Hospital de la Isla del Rey celebrará veinte años de trabajo ininterrumpido a pesar de todas las dificultades y vicisitudes que ha encontrado. Desde hace veinte largos años, no ha dejado de escrutar y examinar cada piedra, cada baldosa y cada viga para consolidar, cuidar y reparar este inmenso "mamut", objeto de constantes diagnósticos y trabajos minuciosos, a menudo sólo con los medios a su alcance y una energía inagotable. ¿Quién habría apostado un céntimo por el renacimiento de esta triste ruina cuando, a finales de 2004, un grupo reducido de voluntarios, comenzó valientemente a poner en marcha este colosal proyecto?
Hoy en día, el Hospital se ha convertido de nuevo en una de las mejores joyas de la corona del puerto de Mahón, tras la enorme obra de reconstrucción. Ahora alberga un extraordinario museo de medicina, así como un Centro de Interpretación en la primera planta, que recorre las grandes horas de la historia del puerto de Mahón. Es justo decir que la singularidad del grupo de voluntarios reside en la variedad de sus talentos: cada uno posee un saber-hacer particular que va desde un aprendizaje adquirido en este terreno hasta una experiencia profesional de muchos años que, en cierto modo, se ha reciclado en este proyecto. Pero aunque todos encuentran su sitio y su utilidad en un conjunto tan diverso, unos pocos se destacan por el toque de belleza, el "plus" estético que han añadido a este espacio que, sin su creatividad y maestría, probablemente habría parecido menos brillante.
Ya en la fase de reconstrucción, María Paz de Andrés expresó su deseo de crear vitrales para las capillas de la isla. Esta artesana, atraída desde muy joven por las artes del dibujo y de la pintura, había estudiado en las escuelas de Artes y Oficios del distrito madrileño de Latina. Tras un primer periodo en Menorca, se formó en técnicas vidrieras, también en Madrid. Después, de forma autodidacta, aprendió la técnica del vidrio tallado (técnica de las lámparas Tiffany), que trasladó al vitral. Partiendo del diseño general, realiza un dibujo preciso de cada pieza, después selecciona el vidrio (color, textura, transparencia, etc.), numera cada pieza (a veces muy pequeña) que corta delicadamente y pule, antes de ensamblarlas y soldarlas con una malla de plomo. Esta tarea benedictina puede durar meses para un solo vitral, pero ella ha perdido la costumbre de contar las horas. Su trabajo ilumina y magnifica las capillas anglicana y católica, cada una con su propia sacristía, así como el pequeño oratorio de las monjas en el piso de arriba. Paz también es autora de otras obras ornamentales: un mosaico decorativo (sala de la Cámara de Comercio), un panel monumental que combina diferentes técnicas (en la boutique), los mosaicos de plantas para el departamento de Farmacia y de peces para el de Malacología. Según María Paz, "el sentimiento de belleza es algo que todo el mundo lleva dentro. Algunos lo guardan para sí. Otros sienten la necesidad de expresarlo, de un modo u otro".
A principios de la década de 2000, la capilla católica presentaba un aspecto de total desolación. Esta capilla, construida a finales del siglo XVIII durante la dominación española de la isla (recuperada a los ingleses por el rey Carlos III), y dedicada a San Carlos Borromeo, parecía haber sido utilizada como cuartel por las hordas de Atila. Sólo los cuatro frescos de grisalla que adornan el techo habían sobrevivido, aunque muy dañados por la humedad que había reinado durante 40 años en un lugar abierto a los cuatro vientos. Uno de nuestros voluntarios, Toni Arcas, aceptó el reto de salvar estos frescos de una desaparición segura. Licenciado en Bellas Artes y pintor, Toni trabajó como profesor y director en la Escuela de Arte de Menorca hasta su jubilación hace dos años. Su primera tarea fue arreglar la pintura para que el daño no se extendiera a todo el fresco. A continuación procedió a la restauración propiamente dicha, utilizando los métodos y técnicas pictóricas más adecuados. Para reconstituir el dibujo central, el pintor ha tomado como referencia fotos antiguas que mostraban los frescos en mejor estado de conservación: los cuatro evangelistas representados con sus atributos (águila, buey, león, ángel). En cuanto a la decoración que rodea a cada figura, es más o menos la misma para los cuatro frescos, y el que mejor se ha conservado sirve de referencia para el trabajo en los otros tres. Todo el proceso requiere una gran precisión, delicadeza y concentración. Por no hablar de que el pintor trabaja "a lo Miguel Ángel", de pie o contorsionado sobre un andamio, con el brazo constantemente levantado en un ejercicio difícil y agotador. Toni tampoco cuenta sus horas: calcula que el proyecto estará terminado para la primavera de este año. Una restauración larga, tan estupenda como inesperada. ¡Bien hecho, artista!
Por último, una tercera persona ha elegido, ya jubilada, otra forma de expresar su sentido de la belleza: reproducir todo el patrimonio histórico y arquitectónico de Menorca en maquetas de diversos tamaños. Esta es la inmensa tarea que se ha propuesto Toni Bagur, recogiendo todo lo destacable de la isla: molinos de viento, casas señoriales, monumentos, torres de defensa, "barracas de bestiar", la Naveta des Tudons, el Lazareto, la plaza d'Es Castell, el Castillo de San Felipe (¡en su totalidad!), el Hospital y la Basílica de la Isla del Rey, la iglesia de Sant Lluis, ... y todos los edificios históricos que adornan las dos orillas del puerto de Mahón. Como dice Toni con modestia: "Todo lo que aprendí en la construcción, lo aplico simplemente aquí a mis modelos". Pero hay que verle trabajar, en el silencio y la calma de su pequeño taller de Sant Lluis, para apreciar su destreza: rodeado de una panoplia de herramientas muy sencillas -una lima, unas puntas, una pequeña sierra muy fina- y de un material casi único, el marés, que sabe trabajar como un auténtico orfebre, hasta obtener, por ejemplo, pequeños elementos de 2 milímetros de grosor. Cada pieza está hecha totalmente a mano, pequeñas tejas y minúsculas ventanas, arcos y campanarios, con una precisión y perfección admirables. Algunas de estas deliciosas miniaturas se han instalado en la sala del Centro de Interpretación dedicada a los edificios históricos que bordean el Puerto de Mahón. Las demás, repartidas por las distintas salas, dan una idea lo más fiel posible de los edificios que componen el patrimonio arquitectónico de la isla: una contribución de primer orden para un mejor conocimiento del pasado de Menorca.
Lo que estos tres artistas-voluntarios tienen en común es el gusto por la belleza, la preocupación por el trabajo bien hecho, el dominio de técnicas complejas, el donativo ilimitado de su tiempo: todo esto lo comparten generosamente. Para deleite y asombro de los visitantes que acuden cada verano a reencontrarse con la historia de la isla.
Viviane PERRIER
Voluntaria