Estacionar como toca siempre ha sido un reto para los conductores noveles. En algunas situaciones es complejo incluso para los veteranos. Para lograr encajar el coche en espacios no holgados siempre se ha contado con la ayuda del retrovisor. Ahora, además, los coches incorporan cámaras de visión trasera de pocas pulgadas y pitidos irritantes que incrementan su frecuencia a medida que el desastre de la colisión se acerca. Donde la tecnología no llega, aparece el factor humano. Un colaborador, familiar o advenedizo, solicitado o imprevisto, con sus órdenes de palabras sueltas repetidas similares a la letra de «La Yenca». Gira, dale, izquierda, derecha, endereza... Su buena voluntad no siempre se corresponde con una aportación positiva a la causa, con el riesgo de incurrir en la molestia. En el caso de un crucero debe ser más complejo todavía. Este lunes estaba en estas el «Balmoral», de 218 metros de eslora, con su capitán o quien sea haciendo frente a las estrecheces portuarias de Maó. Ignoro si el retrovisor le da para controlar la popa, si le suenan pitidos en la cabina cuando se aproxima al muelle o si tiene una cámara para vislumbrar si tiene alguna embarcación detrás. Lo que sí tiene a su disposición es el buen hacer de los servicios portuarios locales. Colaboradores profesionales.
Retrovisores, cámaras, pitos irritantes y colaboradores, a veces también
Foto: José Barber
Pep Mir | Maó |