La nueva cita con las urnas, convocada para el 26 de junio y que en cierto sentido supone la segunda vuelta de las elecciones celebradas el 20 de diciembre, se produce en un ambiente de cansancio e incluso de hastío entre los ciudadanos. Asisten, atónitos, a la repetición de unas votaciones que, previsiblemente, no provocarán cambios sustanciales en las necesarias alianzas para alcanzar una mayoría de gobierno.
Los bloques ideológicos están muy definidos y solo queda por determinar las consecuencias que la abstención y las coaliciones preelectorales -únicos factores que cambian respecto al 20-D- van a tener en el próximo reparto de escaños.
Los sondeos señalan el desplome del PSOE porque la coalición Podemos-IU arrebata el segundo puesto a la formación liderada por Pedro Sánchez. Este cambio en la correlación de fuerzas de la izquierda tendrá repercusiones en el escenario postelectoral. El PSIB-PSOE puede ver reducida su representación en Madrid a un solo diputado, mientras que sus más directos adversarios, Units Podem Més, lograrían un tercer escaño en el Congreso. Diferencias ajustadas que acrecientan la incertidumbre ante el 26-J.