Las tensiones en el seno del PSOE, con la revuelta de muchos de sus barones autonómicos contra Pedro Sánchez, favorece unas terceras elecciones generales. Sánchez intenta a la desesperada articular una mayoría para formar gobierno, pero está maniatado por las 'líneas rojas' que han impuesto, entre otros, Susana Díaz y Fernández Vara. A ello se añade que la Fiscalía pide seis años de cárcel para Griñán y diez de inhabilitación para Chávez por el caso de los ERE, lo que añade más gasolina a este grave incendio político.
Jamás, desde la Transición, los socialistas habían vivido un desbarajuste semejante. La presidenta de Andalucía se desmarca, deja en evidencia y ridiculiza a su secretario general: «No se puede gobernar con 85 diputados», le espeta.
Sánchez busca un pacto de izquierdas con los soberanistas catalanes y vascos; Vara es atacado en la Red y recibe el apoyo de Rubalcaba, Chacón y Madina. Resurgen los personalismos. Francina Armengol propugna un pacto 'a la balear', que apoya Iceta. Pero los socialistas del sur apoyan un Madrid fuerte para seguir recibiendo más dinero del que aportan, lo contrario de Catalunya y Balears. Esta es la clave del drama.